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Cuando el duelo ancestral entre el pescador y la trucha depende de la mosca

El pescador y la trucha, cara a cara, y entre ambos, la mosca. La escena se repite de marzo a octubre en muchos ríos. Es la pesca con mosca, todo un duelo centenario, detrás del cual se esconde un arte muy peculiar: la monta de moscas simuladas que servirán de cebo.

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Joseba VIVANCO

Joserra ultima con un envidiable pulso su última mosca simulada. Primero, el diminuto anzuelo sin arponcillo, sujeto a un torno especial, es recubierto de hilo de seda, que no absorba el agua y pese lo menos posible. Luego, le coloca una barba, apenas un pelo arrancado a una oscura pluma de cóndor, para moldear la `tripita'. El siguiente y delicado paso es añadir las indispensables plumas obtenidas de la zona del riñón de un Gallo de León, los mejores del mundo para este desconocido arte, y que sirve para diseñar las alitas del `tejadillo'. El último paso es colocarle un collarín de colgadera o pluma larga y estrecha procedente de la parte posterior de la espalda de un gallo, en este caso estadounidense, que servirá para hacer las veces de soporte en el agua, simulando a su vez unas patas. El señuelo para la próxima trucha ya está listo.

Si bien los primeros escritos de que se tiene constancia, que mencionan el uso de moscas artificiales para capturar peces, son de documentos orientales confeccionados hace 4.000 años, se asume que los orígenes de esta práctica se remontan al siglo II A.C. en Macedonia. Hablan de peces de río que salían a comerse los insectos, y cómo se imitaron éstos con lana y plumas para engañar a los peces. Pero fueron los ingleses, hace ya varios siglos, quienes perfeccionaron la técnica de la conocida como pesca con mosca.

Joserra Guimerá es uno de los herederos de aquel arte de la captura con mosca, pero su particular afición es montar los señuelos con los que salir victorioso después de su duelo en el río. El lleva 27 años haciéndolo y reconoce que «al final nos gustan más las moscas a nosotros que a las truchas». Porque detrás del original lanzamiento de este tipo de pesca se esconde todo un arte, como es el diseño de insectos simulados que hagan `picar' el anzuelo a la deseada presa. Además de la habilidad de cada cual para imitarlos, hay un estado de mosca para cada época del año y, como estos pescadores saben de sobra, la trucha no es tonta.

Bajo la fina lámina que separa el aire exterior del agua del río, numerosos invertebrados se convierten en alimento de peces como la trucha. «Nosotros pescamos de marzo a octubre. Al principio, las moscas sos más oscuras y a medida que avanza el año, más claras. En marzo se imita la baetis rhodania; luego en abril éste empieza a amarillear, es la ignita; en mayo son más rojizas, como la rhitrógena; en julio llegan las tricópteras, con la tripa de un marrón más oscuro; y en setiembre esas mismas son casi rubias. Cada estación tiene sus moscas, incluso su hora del día. Por ejemplo, las moscas secas, al principio de la temporada salen de una a cuatro de la tarde, cuando el agua coge más grados, y emergen con un color claro; si el día está triste, salen más oscuras», ilustra este veterano pescador de Santutxu, presidente a su vez de la bilbaina Sociedad de Pesca a Mosca Ninfa.

Y no sólo hay una mosca para cada estación, sino que los señuelos deben simular también los distintos estados de evolución por los que pasa la mosca y plato de gusto todos ellos de la esquiva trucha. Desde la simple ninfa que vive en estado larvario en el fondo del río, al momento en que emerge hacia a la superficie del agua o seca sus alas en la superficie para poder alzar el vuelo. «Todo esto tiene mucho de entomología, pero no es un aprendizaje de hincar los codos, sino de aprenderlo en el mismo río», aclara.

Todo un ritual y todo un reto. «La gente que viene a aprender a nuestra sociedad, en un mes ya está montando moscas. Luego está que seas más detallistas, más manitas. Pero lo que es un verdadero placer es acercarte luego al río y pescar la trucha con tu mosca. Eso es lo que te anima a hacerlo mejor, porque como las truchas no son tontas, una vez la comen, pero la siguiente la rechazan -se trata de pesca sin muerte-, quizá porque la mosca no está bien terminada o algo has hecho mal. Entonces, probarás a hacerla mejor», detalla Joserra.

Plumas de cóndor, como las que él utiliza, pero sirven las de cualquier ave, lo mismo que a lo largo del tiempo se han utilizado y utilizan pelos de ciervo, de conejo y de un sinfín de animales. El señuelo está listo. Sólo falta la trucha, la natural, porque el cebo de las de piscifactoría puesto por las administraciones no lo han picado los pescadores.

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