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Raimundo Fitero

Alfombra

Si escribo alfombra, ¿en qué estoy pensando?, ¿a qué me refiero? Pero si la coloreo y escribo alfombra roja, se forman imágenes claras de ese desfile de estrellas con modelos caros camino de una gala, de un estreno, de un acontecimiento socio-comercial. Posiblemente, la alfombra sea una moqueta, pero todo forma parte de un imaginario colectivo artificial creado a base de insistencia, reiteración y publicidad pertinaz. Vivimos televisivamente entre moquetas a las que llamamos alfombra y jerséis a los que llamamos maillots, pero de colores.

Las televisiones españolas pasaron el domingo colocando en los altares a un joven corredor, un ciclista que tiene una magnífica sonrisa humana, que habla con la sabiduría del que ha estado a punto de perder toda opción por una lesión cerebral, y que ha aparecido en el escaparate universal por motivos, no solamente de su capacidad y trabajo, que nadie discute, sino de todos esos asuntos que rodean a Le Tour, al ciclismo, al dopaje y a la jeringuilla que los parió. Con su maillot amarillo le ponen moqueta roja para ser recibido como un héroe. Ahora llega el tiempo de la instrumentalización partidista y política. Y en la televisión, su hermana se convierte en una estrella dominical. Y Pinto se coloca en el mapa. Y todo va perfectamente. Hasta el próximo parte médico.

Parte médico que ha certificado la desaparición de uno de los grandes de la escena y del cinematógrafo al que pocas alfombras rojas le pusieron. ¿Qué cadena hará un homenaje al recientemente fallecido Ingmard Bergman? ¿La 2, la primera estatal, alguna de pago? ¿Se atreverán a hacer un ciclo con algunas de sus herméticas obras maestras? ¿Resistirían en una programación tan coloreada, tan espasmódica, tan de acción y risa, las películas de Bergman en donde se reflexiona sobre la muerte? Estamos en tiempos de banalidades, no de trascendencias y, por ejemplo, «El séptimo sello» solamente tendría cabida a la madrugada y para quedar bien, cuando debería ser una de las películas que ocupasen un lugar en la historia del cine y por ende en su difusión actual por televisión por encima de todas las magníficas naderías que consumimos con total afición bulímica.

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