«Es inexplicable y absurdo». Son palabras de Andoni Aranaga ayer en Getxo. Se refería el corredor del Euskaltel-Euskadi al positivo con EPO de Iban Mayo, conocido el día anterior. «Ha caído como una bomba», señaló un cabizbajo Aitor Pérez (Caisse d'Epargne). «Ha sido un duro golpe y una gran pena», apuntaba Marino Lejarreta, director honorífico del Circuito de Getxo, carrera en la que el protagonista fue Mayo y un positivo que no se entiende.

Mayo ha sido el referente de la afición vasca, la «insignia» señalaba Aitor Pérez, de una afición que ahora se queda huérfana. El público abarrotó las calles de Getxo y animó al pelotón. Pero el tema del día era el positivo con EPO de Mayo. Nadie lo entendía y es que no se encuentra explicación.

Después de ocho temporadas, de ser el corredor vasco en activo más laureado con 23 victorias y de un estatus ganado a pulso, no tenía nada que demostrar. Pero el ciclismo es un deporte muy competitivo e individualista. Nadie sabe qué pasa por la cabeza de los ciclistas.

Y los controles antidopaje son cada vez más eficaces, antes la trampa iba por delante, pero ahora es al revés. Los laboratorios han perfeccionado sus controles y la caza ha comenzado. Hamilton, Heras, Santi Pérez o Vinokourov han caído. Y ahora le ha tocado a Mayo. Y a pesar de que las sanciones son cada vez mayores. El Saunier Duval ya ha suspendido cautelarmente a Mayo y le despedirá en cuanto el contraanálisis confirme el positivo. Recibirá una sanción de dos años sin poder competir y no podrá fichar por un equipo Pro Tour en cuatro años. Ahora, además, deberá ceder su sueldo del año a la UCI.

Así que el de Igorre se encuentra en el momento mas bajo de una carrera que podría haber llegado a su fin. Una trayectoria de sube y baja, de momentos mágicos, pero también de batacazos. Ha sido una historia de superación, desde que un accidente de tráfico le postró en una silla de ruedas y nadie le quería, y que ha tenido un brusco final no deseado.

Siempre ha estado en la cresta de la ola. Fue el mejor amateur y tuvo que suplicar un puesto que finalmente encontró en el Euskaltel-Euskadi, un equipo en el que ha protagonizado luces y sombras.

Cuando estaba más fuera que dentro del equipo, en 2001 dio sus primeros destellos con victorias en la Midi Libre, la Dauphiné Liberé y la Clásica de los Alpes. Su explosión llegó en 2003 con su triunfo en la Vuelta al País Vasco y en Alpe d'Huez, y un año después cuando arrasó en el Mont-Ventoux y sometió a Armstrong en la Dauphiné Libere. Las expectativas se dispararon, pero nunca más alcanzó aquellas cotas. Los tres últimos años como naranja fueron negativos, fracasó en el Tour. El cambio a Saunier Duval, con su mentor Sabino Angoitia a su lado, había levantado unas ilusiones que ahora han quedado enterradas.