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Vaivén apela a Sófocles para crear una nada clásica «Antígona»

Si se le hace una «limpieza» de la parte menos «moderna» -el estilo, principalmente- y se queda uno con lo esencial -la historia: la lucha contra el poder, la intolerancia-, uno se da cuenta de que el ser humano no ha cambiado casi desde la época de los clásicos. «Lamentablemente, en el siglo XXI seguimos haciendo lo mismo», afirma Esteve Ferrer. El solicitado director catalán ultima estos días en Sarobe la «Antígona» que Vaivén estrenará nada menos que en Mérida.

Amaia EREÑAGA | DONOSTIA

El verano suele ser época de teatro clásico, aunque no lo era, hasta ahora, para la productora vasca Vaivén. Sin embargo, cumplir recientemente una década de vida les ha «revolucionado» o, al menos, así lo reconoce con humor Ana Pimenta: «Cuando se acercan las efemérides, parece que nos volvemos locos», dice una actriz que admite su respeto «desde siempre a los clásicos, porque quedan muy lejos de mi visión del mundo». Esta veterana de la escena vasca -su carrera arranca con la multipremiada compañía Ur- es una de las dos mitades de Vaivén. La otra es Iñaki Salvador, el conocido músico y pianista, que ha creado, en esta ocasión, una «banda sonora» festiva y hasta algo barroca para la versión de la «Antígona» de Sófocles que se «cocina» estos días en el espacio Sarobe.

El proceso de esta «Antígona» arrancó el pasado mes de junio, con la lectura de texto y concluirá los próximos días 17 y 18 con su estreno en el Festival de Teatro Clásico de Mérida, uno de los certámenes de sus características más importante de Europa. «Antígona», de la que antes se hará un pase en Urnieta (el sábado 11), ha suscitado interés antes de su nacimiento ya que primero iba a inaugurar el remozado Victoria Eugenia de Donostia la pasada primavera y, como no llegaban, finalmente, se ha comprometido el estreno en Mérida. Ya hay atados algunos bolos -estará en el escenario donostiarra en otoño- y Vaivén acudirá como compañía invitada en octubre al festival colombiano de Mañizares.

«Aseguro que el público para nada va a tener la sensación de ver a un clásico», afirma contundente Esteve Ferrer, el director al que Vaivén ha «seducido» para que cree esta incursión en «Antígona», uno de esos textos que, pese al tiempo, continúa estando vigente. Convencido de que el teatro debe beber de todas las fuentes y lenguajes, el director y actor catalán es uno de esos nombres que aparecen asociados a estilos de todo tipo, desde musicales hasta comedia. Trabaja mucho, está claro: en este momento tiene seis producciones en cartel. Ahora, una más: su propia «Antígona», diferente, para lo que ha contado con el texto del extremeño Miguel Murillo -«uno de esos autores que respeta la cotidianeidad, pero no se olvida de la poesía», dice- y un equipo de actores, vascos en su mayoría: Ana Pimenta (Antígona), junto a otros veteranos de nuestra escena como Kandido Uranga y Klara Badiola, y rostros más jóvenes, que se han dado a conocer en la televisión, como José Cruz Gurrutxaga - los tres, curiosamente, coinciden en «Balbemendi»-. La réplica a Antígona se la da un Creonte interpretado por Miguel Arco -actor que ha hecho desde el musical «Los productores» hasta cine y clásico-, junto a la sevillana Eva Rubio -trabajó con Távora- y el palentino Ramiro Melgar.

«Antígona», una de las siete tragedias escritas por Sófocles que nos han llegado íntegras, se representó por primera en el 442 a.C. Narra, a vuelapluma, el enfrentamiento de Antígona con el dictador Creonte cuando ésta quiere dar sepultura a su hermano muerto, quien se había levando precisamente contra la ciudad. El choque entre la razón de Estado y el dictado de conciencia son los asuntos de fondo de esta historia que, hoy en día, para Esteve Ferrer continúa vigente... y de lo más actual, porque «por la razón, estamos perdiendo la razón», apunta. «La intolerancia, de la falta de diálogo, el empecinamiento» son el trasfondo de unas situaciones con evidentes paralelismos en la actualidad, aunque se ha buscado salirse de lo local. Como apunta Ana Pimenta, Antígona podrían ser las madres de los soldados muertos en Irak. «Es heroína a su pesar, una mujer que cree en lo que hace y llega hasta las últimas consecuencias». Sin embargo, también hay en ella orgullo e imposibilidad de dar su brazo a torcer.

De Chejov a Grecia y, de camino, soñando con una sala propia

Meterse en un «lío» como este es de valientes. Entre risas, Ana Pimenta reconoce que «el presupuesto está desbordado», no en vano es «un riesgo enorme: nosotros nos hipotecamos por los espectáculos, no por una casa». Riesgo que se corre incluso con montajes repletos de premios, como en el caso de su «Nasdrovia Chejov»: durante el período electoral ha habido un parón de contratación a la espera de que las «sillas» institucionales se ocupasen. Ana, eso sí, seguirá soñando con una sala teatral propia. «Me tendrá que tocar la lotería; ay -dice-, pero si no la compro».

A.E.

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