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«El rastro de la memoria», dualidad en imágenes ante la pérdida y la muerte

El fotógrafo bilbaino Roberto Botija expone en el Photomuseum de Zarautz «El rastro de la memoria», una muestra en la que aborda desde diversos ángulos el sentimiento de pérdida que provoca la muerte de los seres queridos. A través de una veintena de fotografías, el autor pretende mostrar cómo, con el paso del tiempo, «una especie de niebla se interpone en nuestros recuerdos». Por ello, gran parte de sus imágenes aparecen premeditadamente desenfocadas.

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Jon CABANILLAS | ZARAUTZ

El fotógrafo Roberto Botija (Bilbo, 1953) propone en el Photomuseum de Zarautz «El rastro de la memoria», una exposición que trata sobre «el duelo, la separación y la pérdida que supone la muerte», según sus propias palabras. La muestra está compuesta por una veintena de imágenes -acompañadas con textos de Joan Ridion, Wang Kar Wai, Antonio Lobo Antunes, John Berger y Rafael Doctor Roncero- que, según el autor, «están agrupadas en dos bloques diferentes: por un lado fotografías desenfocadas de personas supuestamente desapare- cidas y por otro imágenes sin desenfocar de grupos estatuarios que corresponden a cementerios». Todas las fotografías muestran la zona de la cabeza.

El autor explica que «la idea de crear esta exposición surge a raíz de los sentimientos que me provoca la pérdida de personas que has querido y te han querido a ti», mientras confiesa que «últimamente he pasado una mala época porque he perdido a mucha gente de mi entorno».

De esta forma, Botija justifica que en su muestra «está presente el tema de la muerte y de la memoria, especialmente de esta última. La memoria de gente que ha muerto o que no volverás a ver nunca pero que has querido o que han significado mucho».

La muerte y el recuerdo

Roberto Botija reconoce que «este trabajo me ha ayudado mucho a sacar los demonios de dentro» y explica que «cuando pierdes a alguien tienes dos deseos en contraposición; uno de ellos es el deseo de olvidar y el otro el de recordar». Es precisamente en el recuerdo donde más ha centrado su muestra y aclara que «el recuerdo no va siempre unido a personas que han muerto; puede estar relacionado con la añoranza de personas que conocimos en el pasado, que no hemos vuelto a ver y sobre las que nos preguntamos que será de ellas».

El uso de fotografías desenfocadas hace referencia a que «a medida que pasa el tiempo una niebla se interpone en nuestros recuerdos o nuestra memoria. Las imágenes de los seres queridos se van perdiendo poco a poco y no sólo su imagen, también el sonido de la voz y el olor incluso. Muchas veces tienes que recurrir a las fotografías para que esa niebla que crea el tiempo no se interponga».

Botija reconoce que este proyecto cuenta ya con dos años de vida, pero que hasta ahora no ha podido exponer porque no ha encontrado la oportunidad; «no es una temática muy agradable para la gente porque el tema es un tabú». El autor añade que «en esta exposición he puesto más empeño que en otras, la he sacado desde las entrañas. En otras he puesto ilusión y trabajo, por supuesto, pero ésta me ha marcado mucho. Espero que la gente sintonice con ella, porque además va acompañada de citas muy hermosas de directores de cine, literatos... que hablan del recuerdo y que se complementan muy bien con las imágenes».

Botija ejerce actualmente de diseñador de interiores y publica con asiduidad trabajos en medios especializados en su ámbito profesional. Destaca un extenso trabajo publicado en el nº 12 de la revista suiza de arquitectura «Werx», Bahuen+Wohnen, que aborda un monográfico sobre la ciudad de Bilbo (1996). Sus últimas exposiciones en Euskal Herria se han mostrado en la Galería Ivasfot de Donostia (2006 y 2007) y Contraluz de Iruñea (2007). Tiene otra en proyecto para Gasteiz.

«La muerte, un tema tabú y pasado por alto»

Según declara Roberto Botija, «estoy segurísimo de que ninguna galería me hubiera expuesto esta exposición por la razón del tema que trata. Me parece que el Photomuseum ha sido muy valiente al aceptarla y estoy muy contento». Los retratos que se exponen, llamados «retratos robados», están sacados de viejos diarios y periódicos, y son en blanco y negro en su mayoría, excepto unos pequeños retratos que obtuvo en algunos cementerios. El autor pone de relieve a este respecto que «ya no se utiliza tanto esa costumbre en la que la foto se ponía junto con una vírgen etc...». Al hablar sobre la visión de la muerte, Botija dice que «la pasamos por alto y les damos más importancia a las cosas triviales. Por ejemplo, en México la muerte está más integrada que aquí, porque aquí si dices que vas al cementerio la gente se horroriza. En los países escandinavos los cementerios son una maravilla y además están integrados con los parques de niños. La muerte está integrada».

Roberto Botija ha expuesto en muchos lugares, pero, según resalta, «en Gipuzkoa siempre me he sentido muy bien acogido».

J. C.

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