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Cuando Zapatero dice éso de «respetaré...», mejor sacar el paraguas

La herramienta de trabajo (y hasta de transporte) del de Zalduondo puede convertirse en un preciado material político para los vascos. Aunque el atuendo de Celedón puede parecer poco adecuado para los calores veraniegos, de lo que se trata es de proteger la piel del paisanaje del brote de urticaria que provoca la última decisión en de Madrid tendente a vetar la decisión de los vascos. No es fácil dar sentido a estos 70 días de enredo que ha protagonizado formalmente la dirección del PSN, aunque el referente de Catalunya puede aportar, salvadas las distancias, alguna luz. También en el caso de la reforma del estatut la primera intervención de José Luis Rodríguez empezó diciendo aquello de que escucharía y respetaría lo que dijera el Parlament. Más tarde, un arreglo en Moncloa con CiU sirvió para usurpar de hecho la voluntad de la Cámara catalana y establecer un estatut rebajado al que se dio refrendo en un referéndum marcado por la alta abstención. En aquella ocasión, la negociación llevada a cabo en el Parlament, en la que tomó parte el PSC, fue enmendada desde Moncloa. Los temores del PSOE ante la ofensiva del PP le llevaron a realizar dicha maniobra política pese a que ello dejara en un papel un tanto comprometido a los de Montilla. Pese a todo, y al lograr mantener la fórmula del tripartito en las elecciones que siguieron a la consulta, Zapatero -que no la sociedad catalana- ha dado por amortizada su falsa promesa. Lo que cuenta es quién gobierna, calculará el líder del PSOE. Sin embargo, y si en el caso de Catalunya el PSOE no tuvo problemas para, en los pactos de gobierno, acceder al Palacio de la Generalitat, pese a ser CiU la fuerza que logró más votos, en el caso de Nafarroa el PSOE ha actuado de un modo que deja entrever que lo que ocurra en el herrialde guarda una relación muy estrecha con el esquema general que baraja Madrid para la abordar la situación en Euskal Herria. Nunca antes quienes, con la ayuda del PNV, intentaron en la mesa de solución imponer un veto a la participación y toma de decisión de los navarros, habían dejado tan claro con su nueva imposición que Nafarroa es, a ojos del Estado, la pieza fundamental para tratar de impedir -o al menos retrasar cuanto puedan- un hipotético escenario de cambio para Euskal Herria.

El tripartito vale para Catalunya

De hecho, en Nafarroa las cuentas permitían al PSOE ensayar también un tripartito. Y, todo sea dicho de paso, desde las filas de Nafarroa Bai se ha exhibido tal moderación durante la negociación de gobierno que, a su lado, los pronunciamientos públicos de ERC en Catalunya parecen del todo incendiarios. Y, sin embargo, en Catalunya la operación Montilla ha seguido adelante, a pesar de los posicionamientos diferentes que exhiben en numerosas ocasiones sus socios republicanos y de Iniciativa; a pesar de las periódicas arremetidas desde los medios afines al PP contra el PSOE por las supuestas «cesiones a los separatistas catalanes» que asume con esa fórmula de gobierno. Moncloa, a lo dicho, asume que ocupar la Generalitat es lo que importa.

¿Por qué no exhibe Zapatero la misma ambición a la hora de alcanzar el Palacio de Nafarroa? Con los números a su favor, el Gobierno del PSOE ha decidido que «los intereses generales» aconsejan dejar en el gobierno del herrialde al partido que ha hecho un uso sectario del poder durante casi dieciséis años, a la formación que no dudó en organizar en marzo pasado un desfile de rojigualdas en Iruñea para prevenir contra la «venta de Navarra» en el proceso de diálogo para la búsqueda de la paz y la normalización política en Euskal Herria.

Y otra vez nos topamos con el «respetaré» de Zapatero. El presidente del Gobierno español empleó la fórmula del respeto a la decisión de los vascos en la comparecencia en una sala anexa al Congreso de los Diputados en la que anunció formalmente su intención de emprender ese camino de diálogo de manera pública. Por descontado, lo acontecido posteriormente con el proceso político es buena muestra de que la palabra dada compromete muy poco al sucesor de Aznar en Moncloa. Es más, desde el Gobierno español se ha mentido abiertamente al tratar de situar la ruptura de ese proceso el 30 de diciembre de 2006, con el atentado de ETA en Barajas, en el que murieron dos ciudadanos ecuatorianos. Eso sí, con medio año de retraso, el ministro de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, ha venido a confirmar en una publicación partidaria que el proceso se atascó al poco de comenzar. Constatada la facilidad con que desde el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero se exhiben buenos modos para luego o bien no actuar o bien hacerlo en la dirección opuesta a lo comprometido, lo más sensato será que la próxima vez que se arranque con su «respetaré la decisión...» los vascos coloquemos sus palabras en cuarentena, a la espera de recibir alguna constatación real de que el presidente español se plantea hacer algo diferente a sus precedesores en el cargo.

La situación en la que la decisión de Zapatero de desdecirse de lo dicho ha colocado al PSN habla por sí sola. Durante dos largos meses, la dirección encabezada por Carlos Chivite y Fernando Puras ha protagonizado un buen número de reuniones, lo que daba a entender que la decisión de forzar el desalojo de Sanz mediante el bautizado -antes de nacer- como el «gobierno del cambio» era firme. Reuniones para fijar acuerdos de gobierno en las que NaBai e IUN no plantearon exigencias capaces de provocar desvelo alguno a un partido que desde su fundación ha ejercido de fiel pilar del Amejoramiento. Finalmente, un desacuerdo sobre el reparto de carteras llevaba a dar carpetazo a esa negociación.

El pendulazo espectacular que se escenificó tras el Pobre de Mí ya dejaba entrever que, después de todo, Chivite y Puras podían haber seguido esa vía sin afán de llevarla hasta el final y a la espera de que Ferraz y Génova ultimaran sus repartos postelectorales. A decir verdad, tras acudir a Madrid con la papeleta de defender el pacto con NaBai e IUN y haber salido derrotados de la visita a la central del partido, a Puras y Chivite no se les veía cara de abatimiento. Así las cosas, sólo queda que Sanz se postule y que se fije la sesión de investidura, ésa en la que a los parlamentarios del PSN les toca abstenerse. Ayer, por si acaso, se lo recordó José Blanco.

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