CRíTICA cine
«Ratatouille»
Mikel INSAUSTI
Los vertiginosos planos de transición que describen el viaje de la rata Remy del campo a la ciudad, junto con los travellings a ras de suelo y en contrapicado por la cocina del Restaurante Gusteau, o la endiablada persecución a la que somete al protagonista el malvado chef Skinner a través de las aguas del Sena, son los mejores momentos de cine de acción que se hayan podido ver en una gran pantalla desde que comenzó la era digital. Para Pixar la palabra superación es su credo, y ellos mimos son los que se exigen el constante desafío de que cada nueva película resulte mejor que la anterior, dentro de una evolución que no parece alcanzar su techo nunca. Asusta pensar que seres humanos puedan llegar a hacer algo que esté técnicamente por encima de «Ratatouille», octava realización de la casa que deja atrás a las siete precedentes, aunque parezca cosa de brujería.
Pero que nadie vaya a pensar que el éxito de Pixar reside en el partido que saben sacar a los programas infográficos, porque sin inventiva la herramienta de futuro no serviría para nada. Y si en algo destaca «Ratatouille» sobre el resto de su producción es en la creatividad, punto en el que entra en escena Brad Bird, otra lumbrera de la animación. El artífice de «El gigante de hierro» y «Los increíbles» está empeñado en demostrar que el género vive ya su edad adulta, por medio de guiones muy complejos e inteligentes, y que sólo son aptos para todos los públicos gracias al empleo dinamizador de la comicidad.
El humor se basa aquí en la mímica y el gag visual, tomando su inspiración de los clásicos del cine mudo y de Tati. El gesto sustituye a la palabra como vehículo de comunicación entre roedores y humanos, un nivel al que la teórica especie inferior se revela superior, y no hay más que ver cómo la ratita maneja al pinche Linguini, tirando de sus pelos cual si fueran los hilos de la marioneta.
El donostiarra Borja Cobeaga tenía pensada para debutar en el largo la historia de una cocinera que, para poder triunfar en un mundo culinario de hombres, se sirve de un joven chef a modo de intermediario o testaferro. Esa obligada suplantación es la misma que plantea «Ratatouille», puesto que la rata es el ser más odiado en una cocina, sin acceso posible a la creación de nuevos platos, por más que se trate de un ejemplar con el sentido del gusto especialmente desarrollado.
Tan paradójico personaje simboliza la probabilidad de que hasta de los basureros pueden surgir los genios, así que no hay que cerrarle a nadie las puertas en función de su origen. El discurso, aplicado al actual debate gastronómico entre cocina tradicional y nueva cocina, aporta elementos de discusión que ni siquiera se habían dado dentro del cine convencional.
«Ratatouille», haciendo honor al humilde plato campesino del que toma el título, se alinea con los grandes cocineros que han renunciado a la lucha sin cuartel por las estrellas Michelin, retirándose a un pequeño «bistrot» donde cocinar simplemente por placer, sin necesidad de apariciones televisivas anunciando congelados y de otras servidumbres.
Guión: Brad Bird, Jan Pinkava Jim Capobianco, Emily Cook, Kathy Greenberg.
Montaje: Darren T. Holmes.
Música: Michael Giacchino.
País: EEUU, 2007.
Duración: 110 m.
Género: Animación.