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Eduardo Montes de Oca

Líbano, en la ruta del Imperio

(...) No en vano la invasión se efectuó el mismo día en que se produjo la aprehensión de los dos soldados. La rápida movilización de los reservistas y la amplitud de las operaciones prueban que Israel había planeado la arremetida con mucha antelación. (...)

¿Beneficiados con el perseguido éxito del ataque? Simple, la respuesta. El presidente George W. Bush acezaba atrapado en el tremedal iraquí, y le urgía un triunfo en el Oriente Medio. El ejército israelí le iba a destruir a Hizbolá, delegado del «Eje del Mal», y propiciaría al Gobierno cipayo, proestadounidense, de Fouad Siniora tomar el control de todo el Líbano, puesto que nadie dudaba de la clara superioridad del Tsahal sobre una pequeña banda de «facinerosos».

Luego el victorioso ejército invasor provocaría al sirio y, tras una guerra relámpago al modo hitleriano, el régimen de Bashar al Assad se derrumbaría. El Eje habría sido quebrado y la opinión pública norteamericana se convencería de que la democracia a lo Bush había triunfado en la zona y de que el fisco de Iraq era irrelevante. (...)

Sin embargo, lo señero aquí es que Hizbolá conjuró la guerra planificada contra Siria, que ha ganado tiempo también gracias a una alianza estratégica con el igualmente demonizado Irán, para beneplácito de las personas conscientes en un planeta que parecía bailaría siempre al son de la orquesta radicada a orillas del Potomac. En Washington.

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