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Raimundo Fitero

Control

Claro queda que, si algo le faltaba a la Fórmula 1 para que copara la atención, ya se ha producido, y de la manera más rentable para la demagogia. El conflicto entre los pilotos de MacLaren, las conversaciones robadas de la radio interna entre el joven Hamilton y el viejo Dennis, las declaraciones frías y sarcásticas de Alonso, las decisiones saineteras de unos jueces que deben tener como ley la botella de escocés, no hacen otra cosa que alimentar el morbo, que colocar el foco informativo sobre las carreras que, por otro lado, en cuanto se enciende el semáforo verde se convierten en un trámite más propio de un juego virtual bajo control remoto que de una auténtica competición en vivo y en directo.

Hay más emociones en las clasificaciones de los viernes y sábados, más posibilidades de encontrar cambios sustanciales en las clasificaciones en los des- pachos que en la pista. Y si eso sirve hoy para lograr audiencias globalmente importantes, acabará con la paciencia del respetable, porque una vez conseguido el lugar de salida, el desenlace ya parece escrito, a no ser que exista fallo mecánico o accidente -cosas que suceden, no cabe la menor duda, pero de una manera cada vez más distanciada- y se escucha con demasiada frecuencia una coletilla mortal para el negocio: «En este circuito es casi imposible adelantar». Pues si no se puede adelantar, que se lo jueguen a lo chinos, porque lo único que puede gustarnos es la incertidumbre, el intuir que los pilotos pueden alterar la diferencia de motor, de inversión y de publicidad. Si no es posible que entre siempre en juego el factor humano se nos convierte en una suerte de «escalextric» a tamaño natural.

El domingo fue una jornada televisiva en donde las generalistas tuvieron deporte, casi siempre fútbol y del malo, en todos sus tramos horarios, que lo compaginaban con otros deportes veraniegos: ciclismo, remo, pelota, atletismo o motos, y cuando se cansaban colocaron, también al unísono, las películas del catálogo viejo, aunque en alguna ocasión se repusieron series de tronío, como «Aída», lo que es un buen detalle para este tiempo de control televisivo tan mediocre.

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