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Iñaki Lekuona Periodista

Ese olor a rancio

Algo huele a pis en Baiona. Por no decir todo. Por mucho que se esfuercen los operarios de limpieza del ayuntamiento, la fragancia de orines se resiste a aceptar que se acabaron las fiestas y, testaruda, resiste en los cantos de las aceras, en los rincones de las callejuelas, en el interior de los portales. La vie est belle, que dirían los marcianosesentaiocheros a quienes, por otra parte, tanto debemos.

Todavía no hay balance de fiestas, o sin eufemismos, aún no hay balance oficial de las agresiones sexuales que durante tantos años el alcalde se ha esforzado en tapar. Como las violaciones manchan el buen nombre de las fiestas, mejor si no existen. Durante lustros sólo han sido habladurías. La Policía no confirmaba. El hospital tampoco. El alcalde todavía menos. Hace dos años los rumores fueron tan insistentes que Jean Grenet no tuvo más remedio que abrir la boca. Aunque mejor si la hubiera dejado cerrada, porque soltó una frase del estilo siesquesevistencomoputas que dejó boquiabierto al personal. Quizá fue ese despropósito lo que al año siguiente, o sea, este pasado año, empujó a alguna empleada del tribunal a filtrar el número de denuncias interpuestas en el juzgado. Por fin, a regañadientes, hubo confirmación oficial de la evidencia.

Este año la ha habido también. Los rumores ya estaban el fin de semana en la calle, mezclados con el olor de orines, resistiéndose ellos también a abandonar una ciudad que el alcalde hace lo posible por barrer. Al final ayer hubo confirmación oficial. Dos mujeres agredidas. Me gustaría saber qué piensa ahora monsieur Grenet de esas decenas de cámaras que ha hecho instalar en otras tantas fachadas de la ciudad, como si las violaciones se produjeran a la luz pública. Que viva la seguridad.

Me gustaría también saber si, después de haberse dejado una pasta del contribuyente en la colocación de este Big Brother, el señor alcalde va a cumplir su promesa de guardarlo en una caja de cartón hasta el año que viene. O si, en aras de nuestro bien, oh, indefensos ciudadanos, todas esas cámaras permanecerán en sus atalayas, cual fieles vigías del control social. Algo huele a rancio en Baiona. Mucho me temo que los efluvios provengan del ideario político del máximo edil.

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