En el mercadeo con la vida ajena los intereses impuestos de las multinacionales y las clases dominantes son difíciles de discutir y poner en duda, tal vez porque no se usa la suficiente fuerza para que esta injusticia mortal sea solventada de una vez, por eso las últimas noticias del rechazo a la demanda de la farmacéutica Norvartis contra la ley de patentes india, aunque sólo sea un pequeño logro, tienen su justa importancia, porque detrás de esta decisión está el poder tratar a personas y salvar algunas vidas.

Y es que en los países llamados desarrollados la hipocresía diaria es increíble. Aquí se da prioridad a las patentes antes que a la posibilidad de vivir, pero también se paga por contaminar, podemos producir armas y hablar de paz, se habla de respeto a la naturaleza y se abusa de los recursos propios y ajenos... y damos lecciones a los menos afortunados. Pero lo que realmente llama la atención es el grado de solidaridad con lo lejano y la nula implicación en las demandas sociales que pueden mejorar las situaciones de todos los habitantes de esta tierra moribunda.

Vivimos en una sociedad donde los pudientes pueden recibir 2.500 euros de ayuda por hijo y lo razonamos con términos propios de seres pasados de rosca, aquí se habla de lo bueno que es que los empresarios, la banca, los ricos ganen mucho más, a costa de la explotación de todos, para que los trabajadores tengamos un trabajo o un sueldo, aunque las condiciones laborales sean precarias o inhumanas.

Se habla de las mujeres maltratadas y sus derechos pisoteados, sobre todo en los países llamados burlonamente subdesarrollados y lo horrible que nos parece esto, pero se prohíbe que tengan tratos de igualdad en el día a día. Somos tolerantes por obligada educación, pero las fobias nos enferman y dañamos a los diferentes por cualquier causa o condición, es decir, somos jodidamente partí- cipes de lo que padecen otros e incluso nosotros, y cínicamente buscamos argumentos a lo inaceptable, pasamos la hoja de las noticias que nos producen malestar porque a nosotros pensar en las dificultades de la mayoría del mundo nos cae lejos.

Así, la noticia del freno a las aspiraciones de una multinacional apenas reúne más renglones que los dedicados a nuestros equipos deportivos, al alcahueteo, a las esquelas o a las páginas de relax del periódico de la derecha extrema, hipócrita y sectaria. Tal vez incluso podríamos citar la colaboración de quienes de las cuitas recibidas hacen el silencio obligado, no vayan a perder esos dineros para producir folletos de gran calidad, carteles vistosos, viajes o sueldos, toda una aclaración sobre los objetivos que dicen reclamar cada cierto tiempo y en días concretos.

Así estamos con el mercadeo mortal que permite, según la Organización Mundial de Comercio (OMC), 20 años de protección y obligado pago y difusión, estipulado por las farma- céuticas de todo fármaco nuevo, antes de ser producido como genérico. Es decir, antes el negocio y el mercadeo que salvar las vidas de los que más lo necesitan. ¡Hipócritas!