Musharraf amaga con decretar el estado de excepción
Acosado por la oposición, tanto política como armada, y desautorizado por el mismísimo Tribunal Supremo, el general y presidente golpista de Pakistán, Pervez Musharraf, evocó ayer la posibilidad de decretar el estado de excepción, lo que le permitiría perpetuarse en el poder. No anunció la marcha atrás hasta horas después, lo justo para que esta mini-crisis le permitiera excusar su ausencia de la Loya Jirga afgano-paquistaní en Kabul.
GARA | ISLAMABAD
Enfrentado a una oposición política sin precedentes en sus ocho años en el poder y al recrudecimiento de la oposición armada islamista, el general y presidente golpista de Pakistán, Pervez Musharraf, evocó ayer la posibilidad de instaurar el estado de excepción en todo el país.
En plena noche del miércoles, varios de los ministros de su Gabinete filtraron confidencias a la prensa asegurando que Musharraf, en el poder desde el golpe de Estado de finales de 1999, tenía previsto decretar ayer mismo el estado de excepción para hacer «frente a las amenazas interiores y exteriores».
El régimen de Islamabad identifica las «amenazas interiores» con la ola de atentados y ataques contra el Ejército y la Policía paquistaní en represalia por el asalto a sangre y fuego de la Mezquita Roja, en Islamabad, donde se habían encerrado centenares de militantes islamistas.
Ataques que han llegado incluso al corazón de la capital, pero que afectan especialmente a las tropas desplegadas en las zonas tribales del noroeste del país, fronterizas con Afganistán.
Las «amenazas exteriores» tendrían que ver con la insistencia de la Administración Bush en sus planes de bombardear estas zonas, en las que la población comparte etnia (pastún) e ideología con los talibán afganos. El régimen paquistaní insiste en pedir a EEUU que no haga efectivos sus planes, mien- tras su Ejército sufre crecientes bajas en esta guerra de baja intensidad que dura ya cuatro largos años.
Marcha atrás
Horas después, el ministro de Información, Mohamed Ali Durrani, anunció que Musharraf habría decidido dar marcha atrás y no decretar el estado de excepción. «Tal y como le pedían varios partidos políticos y responsables» militares.
La gubernamental Liga Musulmana coincidió en tildar el anuncio de «rumores infundados» e insistió en que las elecciones se celebrarán en el plazo previsto. Y es que la instauración del estado de excepción habría permitido a Musharraf retrasar sine die los comicios presidenciales y legislativos, previstos a más tardar para principios de 2008.
En medio de especulaciones sobre la razón de la presunta marcha atrás de Musharraf -fuentes gubernamentales la atribuyen a presiones por parte de Washington-, lo cierto es que estos rumores permitieron al presidente golpista justificar su ausencia en el incómodo encuentro con el presidente títere de Afganistán, Hamid Karzai, con quien debía inaugurar ayer mismo una Loya Jirga (asamblea tribal afgano-paquistaní) auspiciada por EEUU.
La presencia de Musharraf en este acto -boicoteado por la mayoría de los líderes tribales de Waziristán Norte y Sur- podría añadir un nuevo elemento de tensión entre el régimen y la oposición islamista.
Acorralado
Un Musharraf cada vez más acosado por la oposición -islamista y «laica»-, que le acusa de que aspira a seguir acumulando en sus manos la Presidencia del país y la jefatura del Ejército.
Este plan llevó a Musharraf a defenestrar al presidente del Supremo, el juez Iftikar Muhamad Chaudry, en marzo pasado, destitución que acaba de ser tildada de ilegal por el mismo tribunal.
Desde el exilio, líderes políticos como la ex primera ministra Benazir Bhutto y Shanbaz Sharif, hermano del que también fuera jefe de Gobierno Nawaz Sharif -derrocado por Musharraf- reivindican su derecho a regresar al país.
El hombre de EEUU en Afganistán, Hamid Karzai, inauguró ayer en Kabul la Loya Jorga (Asamblea Tribal) de líderes pastunes de uno y otro lado de la frontera afgano-paquistaní.
Esta iniciativa, anunciada en setiembre pasado tras un encuentro tripartito de Karzai y Musharraf con el presidente de EEUU, George W. Bush, congregó a alrededor de 700 asistentes. Junto a la del propio Musharraf -reemplazado por el primer ministro paquistaní, Shaukat Aziz-, destaca la ausencia de los líderes tribales y religiosos de Waziristán Norte y Sur, provincias noroccidentales dentro de Pakistán, que exigen la presencia en la misma de los talibán afganos.
En su discurso, Karzai acusó al país vecino de estar en el origen de la violencia actual en Afganistán. Aziz le recordó que los talibán operan en suelo afgano e insistió en que «no puede acusar a otros de la falta de reconciliación en el seno de su propio pueblo».
Miles de soldados de la OTAN y de milicianos colaboracionistas vigilaban la Loya Jirga, con el consiguiente caos en la capital, lo que no impidió un atentado con bomba en la sede de la cita.
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