Raimundo Fitero
Terremoto
La escala Richter es una medida de bamboleo, un protocolo que se convierte en letanía informativa. Ni sabemos quién fue Richter, ni somos capaces de entender el umbral de la peligrosidad numérica. Un cinco coma uno puede ser excesivo en ciertos lugares del planeta, aunque aseguran los agoreros del día después que es a partir de cinco coma cinco cuando los desastres se convierten en tragedias. Del terremoto que sacudió la península nos enteramos de manera elíptica porque en todos los noticiarios se hacía referencia al mismo. La noticia se convirtió en una pasarela de anécdotas. Para cuando alguna cadena quiso darle empaque científico ya estábamos hartos de los casos domésticos singularmente similares de una mañana de domingo en uno de los fines de semana agosteños con más fiestas lugareñas y con un número de muertos en las carreteras que deja los puntos del carné, en otra particular escala de Richter.
¡Cómo está el teatro! Ni una salida de bomberos, ni una llamada de auxilio, ni daños materiales ni físicos en ningún lugar, solamente un teatro, en Almagro, el Municipal, ojo no confundir con el Corral de Comedias, ha tenido desperfectos, se le ha ido un ala, un voladizo. Lo curioso es que ese teatro está remodelado hace apenas un año. Los terremotos son así, descubren los alivios presupuestarios. Menos mal que sucedió a bastantes kilómetros de Barcelona, porque sino estaríamos hablando de añadidas desatenciones a los ciudadanos.
Aunque hubo este fin de semana otro terremoto de escala indefinida: la acción de Lluís Maria Xirinacs para dejar de ser súbdito. Una muerte voluntaria en el día de su setenta y cinco cumpleaños y asumida como una forma definitiva de liberación, un acto político más de este hombre luchador, coherente, que se enfrentó a todos los poderes por los derechos individuales y colectivos, haciendo gala de una gran dignidad personal. Pero la vorágine noticiosa es así, y no se le prestó la atención informativa que se merecía porque los tiempos han cambiado demasiado, y ya nadie se acuerda de sus huelgas de hambre reclamando amnistía en las puertas de la cárcel Modelo barcelonesa. Adeu, amic.