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El temor recorre el mercado global

La Unión Europea salió ayer a la palestra para lanzar un mensaje de sosiego en relación a los efectos de la crisis abierta en el sistema de préstamos hipotecarios de EEUU. Las autoridades comunitarias remarcaban que las medidas adoptadas en los últimos días están empezando a dejarse sentir. ¡Faltaría más! En sólo tres días, los bancos centrales han inyectado 263.232 millones de euros -¿dinero público para combatir los efectos indeseables de las conductas privadas de riesgo que sacuden la economía monetarista?- para compensar la falta de liquidez en el mercado del dinero. A decir de Bruselas, existen pocas posibilidades de que de esta crisis se derive un problema mayor de solvencia en la banca europea, aunque pocos son los analistas que se atreven a descartar que la crisis no vaya a tener otros efectos colaterales. Y es que las burbujas especulativas -¿sería mejor hablar de burbujas sobreespeculativas, dado que la especulación es una práctica cotidiana del modelo capitalista?- no son fenómenos casuales. Cabe recordar así que al menos desde hace dos años se hacían advertencias públicas de los peligros de esa excesiva glotonería inmobiliaria.

Sin embargo, en la economía capitalista globalizada las cifras de ganancias son las que mandan, y mientras éstas han funcionado, lejos de adoptarse medidas correctoras, se ha dejado que se extienda esa fiebre del beneficio a corto plazo, por irracionales que fueran las cifras que marcaban las compra-ventas de inmuebles.

El aumento de las tasas de interés retrae a quienes contratan créditos -en condiciones igualmente irracionales y alentadas por la codicia bancaria-, o impide a los que los tienen respetar las cuotas. Los bancos -que secundan a los especuladores cuando no especulan también- empiezan a ganar menos y «estalla la crisis». Curiosamente, en la explicación de este marasmo especulativo nadie pone en cuestión el modelo económico y financiero imperante, que despoja a amplios sectores sociales de los derechos más elementales, incluido el derecho a disfrutar de una vivienda digna.

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