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Victoria Mendoza Psicoterapeuta

Cotilleos sobre los vasquitos

Al llegar al País Vasco, mi ex pareja, me dijo, que aquí no podía hablar de religión, de sexo y mucho menos de política; tampoco se podía comprar el GARA. Cuando también me dijo que en casa no debían entrar ni moros, ni gitanos, ni testigos de Jehová, pensé que sólo eran prejuicios y psicosis individuales. Una de mis tácticas es primero observar y enterarme un poco de qué va todo para después sacar mis propias conclusiones y tomar mis propias decisiones, así que muy pronto comencé a hablar de religión, de política y de sexo, llegué a tener un buen amigo árabe y una amiga que es testigo de Jehová. Tal vez dio en el clavo de querer prohibirme todo esto para que mi natural rebeldía fuese contra corriente.

Como muchos inmigrantes, llegué pensando que aquí era España, poco a poco me fui enterando que estaba en el País Vasco, que tenían su propio idioma, su cultura, gastronomía, deporte, su música, sus costumbres y, aunque algunos no lo crean, tenían también su propia religión, chamánica y colectivista como mis antepasados aztecas o tlahuicas. He ido conociendo a los vascos en reuniones, debates, manifestaciones, charlas informales e institucionales; he conocido a los vascos como mexicana, como mujer, como inmigrante, como psicóloga, como formadora, como amiga, y pude observar su capacidad de organización, su resistencia, su no darse por vencidos, su coordinación y seriedad en el trabajo, lo importante que puede llegar a ser la familia o la cuadrilla, las fiestas del pueblo, el poteo, las idas al monte, los paseos en bicicleta, los deportes en familia, el tiempo para el ocio y las vacaciones, el respeto hacia los padres, las dificultades de comunicación con los hijos, la dificultad para hablar de temas «difíciles» o prohibidos, lo poco seductores o caballerosos que son, muchas veces su falta de humor, su buen gusto por el vino y la comida, las excursiones de fin de semana, las interminables reuniones y manifestaciones, lo reivindicativos y solidarios que son, su dificultad de expresar emociones y sentimientos de forma abierta o eufórica, porque claro... hay que guardar las formas y ser muy de vez en cuando correctos y educados; sobre todo hay que demostrarle al mundo con orgullo que seguimos de pie, a pesar de todas las zancadillas que nos meten, no hay que perder la calma ni la sonrisa a pesar de que nos estén apuñalando por la espalda, hay que ser recatados y hacer como que no pasa nada cuando pasa mucho.

Y qué decir de un conflicto del que todos formamos parte y que muchos no se quieren enterar ni posicionarse, ni comentar, porque la religión impuesta por los políticos dice que es un pecado ser vasco, o sentirse vasco, y un pecado mayor es creer que esto no es España, hablar de independencia o defender sus derechos como vascos. Debo confesarme y me acuso, no soy vasca, pero soy una gran pecadora, quiero al País Vasco y comparto su lucha y sus reivindicaciones, y mientras no me deporten seguiré observándolos, aprendiendo y conviviendo con ellos y, por supuesto, comprando el GARA.

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