Inés Noriega vive en Donostia desde hace 29 años e imparte clases de yoga desde hace 14. Por primera vez, en esta Aste Nagusia han llevado los talleres de relajación a la playa de la Concha, posibilitando la reconciliación entre el jolgorio y la tranquilidad. Ayer, tras levantarse de las toallas con un bostezo, los participantes se acercaban a la profesora para darle besos y mostrarle su agradecimiento; reían comentando que algunos movimientos les habían hecho sentirse «como la Ana Obregón»...

Noriega les preguntaba si habían podido escuchar bien sus explicaciones, ya que tiene una voz fina y no había utilizado micrófono. Nos confesó que es muy tímida y le cuesta hablar en público. Está contenta porque ha asumido ese reto y está compaginando dos mundos que le encantan: la mar y la relajación. «La gente está bastante interesada y eso me ha llamado la atención -declaró-. Normalmente vivimos hacia fuera, con prisas, y estos ejercicios nos hacen interiorizar, sentir cómo estamos desde dentro. Son muy complementarios».

Sus enseñanzas tienen tres bases: el esfuerzo y la relajación de la musculatura; el trabajo con la respiración, muy conectada con las emociones; y, la más importante y difícil de conseguir, el control mental, la concentración en el aquí y el ahora. La profesora considera que vivimos más el pasado y el futuro, recordando lo que hicimos, lo que no hicimos y lo que teníamos que haber hecho o haciendo planes para luego, construyendo castillos en el aire.

La postura del cocodrilo

Reunidos en un círculo en la playa de la Concha, los participantes del taller de relajación no construyeron castillos en el aire, sino que se centraron en el presente. Había personas de todas las edades, mujeres y hombres, descubriendo posturas del yoga, realizando movimientos articulares y estiramientos con el sonido de las olas y el calor del sol. Para finalizar, se pusieron en la postura del cocodrilo y recorrieron todo el cuerpo: sintieron la circulación abdominal, la caricia del aire y la energía del sol, el movimiento de las costillas, cómo penetra el pelo en el cuero cabelludo, los dientes, los párpados... En fin, notaron cómo se hundían en la arena y formaban parte de la naturaleza.

La fiesta y la relajación acaban de hacerse amigos; el jolgorio y la música van de la mano desde siempre. Como muestra de ello, el domingo se celebró en el Peine del Viento el XVI Conscurso de Pop Rock Donostia Hiria. El tercer clasificado fue el grupo zarauztarra Vostok; el segundo, el donostiarra I am raros; y el ganador, Lolas Club. Ayer tuvimos la suerte de charlar con Jon Franco, o Lolas, como le gusta que le llamen. Estaba encantado con el premio de grabar un CD con cuatro canciones, porque la maqueta será de calidad. Tienen previsto grabar desde el 15 de setiembre al 15 de octubre. Lolas Club (myspace.com/lolasclub) nació en 2004, cuando Lolas y Asier Correa Afie, ambos de Altza, se juntaron para componer los primeros temas con la guitarra. El batería Berny es del mismo barrio, y mientras que el teclado Keef es del Antiguo y el bajo Unai Olano, de Trintxerpe. Los cinco están ansiosos por dar conciertos «calientes y potentes, con una puesta en escena fuerte, como hacemos siempre». El sábado llenarán el camping El Molino de Mendigorria de rock and roll, de sonidos inspirados en los Rolling Stones.

Como la música, el movimiento Donostiako Piratak es ya un importante ingrediente de Aste Nagusia; no hay más que ver el impresionante ambiente que crearon el lunes los mil corsarios que salieron al abordaje. Los piratas, junto a la coordinadora de fiestas de los barrios, reclamaron ayer al Ayuntamiento que ceda el protagonismo al pueblo. «La ciudadanía se implica mucho, especialmente en fiestas, y el Ayuntamiento debe ofrecer marcos, espacios y facilidades para organizar unas celebraciones populares», explicaron, para luego criticar que le falta voluntad. También señalaron la necesidad de involucrar más a los barrios, aprovechando tanto sus ganas de participar como sus infraestructuras.