Maria Antonia Salvador Jiménez. 52 años. Muerta a consecuencia de los golpes recibidos por una agente de la Policía Municipal.

Esto, sin embargo, apenas es noticia. ¿Por qué? La primera razón parece clara: la presunta causante de su muerte es una agente del orden público. Me gustaría deciros qué es lo que pasó, por qué fue agredida esta vecina de Iruñea... pero no es tan fácil hacerse con los detalles de lo sucedido, no es información de portada precisamente.

La segunda razón cuesta un poco más verla, el nombre y la edad no nos dan suficientes datos. Se debe a que esta mujer que ha fallecido a consecuencia de, no me voy a andar con eufemismos, la brutalidad policial, es de etnia gitana. Y además mujer. Violencia de mujer representante de la autoridad, la ley y el orden, contra mujer doblemente castigada por la sociedad, por pertenecer no a una, sino a dos minorías sociales: la de su cultura y la de su sexo.

Nadie puede decir, a parte del juez que conozca del caso y en sentencia firme, que hay un nexo de causalidad suficiente entre la agresión sufrida y el resultado de muerte. Ellos, (no creo que haga falta especificar quién) podrán decir misa; que si las complicaciones posteriores, que si ella ya estaba mal, que si no fue por los golpes sino por otras causas... Pero todas tenemos algo claro, que la brutalidad policial mata, que no es el primer caso, y me temo que desgraciadamente no va a ser el último. Que es de sobra conocido por todas nosotras el jefe de la Policía Municipal Simón Santamaría, la militarización a la que ha llevado al cuerpo de la Policía Municipal (por un amplio sector del mismo denunciada), y la impunidad con la que estos agentes de la ley y el orden actúan, excediéndose de sus funciones en el mejor de los casos, y propinando palizas y vejaciones, incluso sexuales, en el peor. En el peor de ellos no. Ahora una persona ha muerto. Ahora miramos hacia otro lado. No tenía un escaño esta señora en el Parlamento. No es de familia PTV ni acaudalada. Forma parte de un sector de la sociedad que históricamente es como si no estuvieran en la sociedad, son el ejemplo vivo de la falta de solidaridad y de la falta de humanismo de todas nosotras. Una vez más unas vidas valen más, otras menos, y parece que encima estamos más que acostumbradas.