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El «Aerobithon» hizo sudar toda la fiesta bebida durante el fin de semana

«¡Quiero que mováis todo!», reclamaba desde el escenario la profesora de la particular clase de aeróbic, de ayer tarde en el Arenal. «¿Todo, todo?», preguntaba uno de los animosos alumnos. Fue el «Aerobithon».

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J.V. | BILBO

«Aquí es donde váis a comenzar a sufrir», bien podría haber comenzado así la clase práctica de aeróbic la maestra. Pero no, lo hizo con un «¡uh!, al que luego le siguió una especie de «¡uep!», y que terminó unos diez minutos después con algo así como «¡ua!». En medio, pues que si «bat, bi», que si «belauna», que si «besoa», que si «ezkerra», que si... Es el `Aerobithon', uno de esos actos ideados por las comparsas y que de nuevo reunió a algunas decenas de personas, algunas casi profesionales en esto de mover el cuerpo al ritmo de la música y las incesantes órdenes de quien enseña, y otras con menos movimiento que el abuelo de Heidi.

Pero en todos los participantes imperaban las ganas. Los primeros en apuntarse fueron algunos miembros de Txomin Barullo, pertrechados con vistosas pelucas para la ocasión. «¡Pareces Eva Nasarre!», le recibieron a uno de ellos que acompañaba su cabellera de pega con una especie de malla ajustada. «Hasiko gara, bai?», pregunta la profesora desde el escenario a través de la megafonía. Y al instante, y ataviados con las camisetas verdes facilitadas por las comparsas, la carpa de la txosna de Moskotarrak se convierte en un momento en un improvisado gimnasio.

Va en el cargo, y la chupinera de este año, Larraitz Cisneros, tuvo que saltar también a la pista, demostrando ser una alumna aplicada. La sorpresa fue ver también al pregonero, Kepa Junkera, que acudió con la familia, aunque con el traje colgado del brazo de su mujer, y sin demostrarnos si además de tocar, lo suyo es bailar.

Se quedó en la última fila, donde se fueron colocando poco a poco los estudiantes menos aptos para seguir el ritmo.

La temperatura rondaba los veinte grados, así que los participantes sudaron. Tras el primer baile, un trago de agua, algunos abandonos, y de nuevo a la pista. «Ahora facilita, a ver qué tal», anima una nueva profesora. Y de nuevo el «¡ua!», «¡eh!», rodilla arriba, mano abajo, y a no perder ninguna indicación para no hacer peligrar la integridad del de al lado. Mientras, la barandilla del puente del Arenal se convierte en un magnífico palco desde el que seguir el ritmo de estos amantes no tanto del aeróbic, sino de la participación en la fiesta.

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