La detención de Giuliano Cavaterra, responsable de Batasuna para las relaciones con el Estado francés, responde a un guión no por repetido menos clarificador sobre la estrategia que siguen los gobiernos español y francés con el independentismo vasco. Una vez más, las declaraciones arrancadas por la fuerza a un detenido, en este caso también un ciudadano con pasaporte francés, se utilizan para la incriminación de una persona y, por extensión, de una actividad política. Sebastien Bedouret, un periodista destacado por dar voz a la realidad vasca en París, denunció haber sufrido torturas durante su detención por la Guardia Civil. En vez de pedir cuentas por el trato dado a uno de sus ciudadanos en el Estado español, París detiene, medio año después, a otro de sus ciudadanos que ejerce una labor política pública y notoria en el Hexágono. Con operaciones de este tipo, a las que preceden continuados casos de espionaje en sedes y vehículos, se trata de cortar líneas de comunicación política con el objetivo de impedir que la propuesta del independentismo vasco se extienda en la sociedad. No importa si a ese fin se usa a la Policía francesa para espiar a una formación política legal, en clara lesión a las libertades democráticas. El tiempo dirá si con este tipo de actuaciones se busca, precisamente, poner en cuestión tal condición.