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Martin Garitano Periodista

¿Incomprensible o demasiado claro?

Ahora que las lluvias que nos han jorobado el agosto parecían convertirse en el argumento central de todas las conversaciones, sale el portavoz del PNV, Iñigo Urkullu, y nos suelta una parrafada de difícil interpretación que ha puesto patas arriba el acuerdo político entre los tres socios del Gobierno de Lakua y advertido, además, de las verdaderas preferencias de su partido a la hora de suscribir nuevos pactos

La parrafada de Urkullu resulta de difícil comprensión para quien siga con mínima atención la política vasca. Y es que la crítica a Eusko Alkartasuna y Ezker Batua por «pretender condicionar la iniciativa política a desarrollar» se acompaña de un misterioso silencio sobre la tal «iniciativa política», aunque más de uno adivine que nos encontramos en puertas de un nuevo paripé. Tiempo al tiempo.

Y más enigmática aún resulta la referencia a la actitud real de EA y EB que, en opinión de Urkullu, «hacen seguidismo del PSOE y de Batasuna». A este humilde observador de la vida política le resulta imposible imaginar una estrategia o táctica política que siga, a un tiempo, las indicaciones e intereses del PSOE y los de Batasuna. ¡Cuándo y ahora!

Lo cierto es que la trifulca tiene su origen en el celebrado artículo de Imaz en «El País» «No imponer, no impedir». El jefe de filas de Urkullu desairó a Ibarretxe y su Gobierno, buscó distancia de los presupuestos mínimos del nacionalismo (vasco) y mereció loas y elogios en los sectores más rancios del PSOE.

A partir de ahí, con la estrategia jelkide al desnudo, todo empieza a complicarse. El evidente malestar en buena parte de la base social del PNV, la contestación en los batzokis, las contradicciones con sus socios de gobierno tras los malos resultados electorales conforman una suerte de cóctel molotov que Urkullu hace reventar cuando Joseba Azkarraga dice algo tan sencillo y sensato como que el nacionalismo vasco no debe eludir la confrontación con el nacionalismo español y que los nacionalistas vascos no deben tener complejos a la hora de defender la independencia de Euskal Herria. Y eso le ha puesto los pelos como escarpias a Urkullu. ¿Ven qué claro está todo?

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