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Maite SOROA

Ni en fiestas perdonan

La han tomado con las fiestas de Euskal Herria. En busca de fotos de presos o pancartas reivindicativas, terminarán con el higadillo hecho puré. De tanto investigar.

Ayer César Alonso de los Ríos, en «Abc», daba la voz de alarma: «Esta no es ya la fiesta de Hemingway. Es la gran ocasión para el terror, para la violencia sacralizada de la «kale borroka», para unos sanfermines etnicistas con la consigna en euskera... El salto que va del riesgo personal a la persecución masiva y bestial del diferente, una versión vasca del calor de la noche... ¡La fiesta de ETA!». Y yo, tonta de mí, pensaba que lo de anoche eran fuegos artificiales y no el sitio de Zaragoza...

Baja a lo concreto el centinela festivo y habla de «los hechos bochornosos que ocurrieron el lunes en Bilbao. Los concejales del PP de la capital tuvieron que salir del teatro Arriaga por una puerta falsa y así escapar de la furia `abertzale'». Yo, más tonta aún, sin percatarme de la furia ésa, que no vi por ningún lado.

Para mezclarlo todo bien, unas gotitas catalanas: «El Pacto del Tinell, aquí, en el País Vasco, cobra estas formas salvajes. Si en otras partes del ruedo ibérico la aplicación del acuerdo de los partidos democráticos que se tomó en Barcelona (socialistas, Izquierda Unida y verdes, nacionalistas...) consistía en excluir al PP del juego partidario, aquí se trata de dejarle desamparado frente a los terroristas de ETA». Esta sí que es buena

La duda le angustia: «¿Se han acabado las negociaciones entre el Gobierno y ETA?» Y se responde a sí mismo: «La representación pública es la de que continúan las Fuerzas de Seguridad desarrollando sus funciones policiales, y, de hecho, prosiguen las detenciones de miembros de ETA, pero se da paralelamente una coexistencia con ETA en la presencia de esta en las instituciones (a través de Acción Nacionalista Vasca) y fuera de aquellas, gracias a las extorsiones a los empresarios y la persecución al Partido Popular». Y, peor aún, «por lo que se refiere al Gobierno del tripartito vasco, la Ertzaintza únicamente interviene `in extremis' en el proceso de violencia, y sus jefes políticos desafían al Tribunal Supremo».

Y aunque ustedes no se percaten, las cosas están pero que muy mal: «En esta versión vasca de la `democracia', las fiestas populares se han convertido en una promesa de liberación nacional, esto es, de persecución y liquidación del `otro', del contrario, del extraño, del que no acepta las consignas... la fiesta total y totalitaria, bestial». Seguro que no ha venido nunca.

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