La presa de las tres gargantas
«Naturaleza muerta»
Proyectada a última hora en la pasada edición de la Mostra de Venecia, «Naturaleza muerta» sorprendió a la mayoría de enviados especiales y a buena parte de la crítica al llevarse el León de Oro.
M. INSAUSTI | DONOSTIA
El León de Oro obtenido en la pasada edición de la Mostra de Venecia por «Naturaleza muerta» provocó una conmoción entre los enviados especiales de los distintos medios, debido a que muchos de ellos ni siquiera llegaron a verla. Se programó a última hora, un poco como la película sorpresa de la competición, resultando finalmente ganadora. Hubo incluso críticos que no la tuvieron en cuenta, a pesar de que el cineasta chino Jia Zhang-ke no era precisamente ningún desconocido. Es más, está considerado como uno de los más brillantes representantes de la sexta generación china, la que ha venido a reemplazar a la anterior de los Zhang Yimou y Chen Kaige. Se da el caso de que su obra está destinada a la salida al exterior, bien a través de los festivales o del mercado del DVD, por cuanto sus películas han sido masacradas por la censura y solamente circulan por China en copias piratas, salvo «El mundo».
«Xiao Wu», «Placeres desconocidos» y «Plataforma» han sido prohibidas, aunque gozan de un merecido culto internacional. Hablan de la actual coyuntura del gran gigante mundial desde el punto de vista de los jóvenes, por ser los que sufren directamente el desequilibrio de unos cambios traumáticos entre tradición cultural traicionada y progreso mal entendido.
Es de imaginar las dificultades a las que ha debido hacer frente Jia Zhang-ke para rodar «Naturaleza muerta», más aún cuando el Gobierno chino se prepara par dar una imagen positiva de cara a los próximos Juegos Olímpicos. En el lavado de cara no encaja la denuncia de las graves consecuencias causadas por la faraónica obra de la presa de las Tres Gargantas, en el río Yang Tse. Es la presa más grande de todo el planeta, si bien su construcción no concluirá del todo hasta el 2009, completando un proyecto de ingeniería puesto en marcha hace diecisiete años, después de sucesivas intentonas que se remontan hasta comienzos del pasado siglo. Es imposible cifrar la cantidad exacta de desplazados que ha generado, pero los cálculos aproximados hablan de entre un 1.200.000 y 2.000.000 de personas obligadas a buscar un nuevo asentamiento, mayoritariamente localizado en la moderna ciudad de Chongqing. En toda la historia de la humanidad no se ha conocido un realojo de semejantes dimensiones, aunque no hay que olvidar que al problema demográfico se une el del irreparable daño medioambiental y cultural, al quedar sepultado bajo las aguas un legado de dos mil años de antigüedad.
«Naturaleza muerta» quiere reflejar la melancolía de ese paisaje condenado por medio del regreso de dos personajes a la ciudad de Fengjie, justo antes de que quede definitivamente sumergida a 175 metros de profundidad. Son un minero que abandonó a su familia y una enfermera, a la que a su vez le dejó su marido. Ambos persiguen un imposible, porque ya no hay manera de recuperar o reparar un pasado que va a ser enterrado. Sus intentos por reflotar viejas relaciones serán inútiles, demasiado tardíos. Ese par de anécdotas individuales bastan para hacer comprender que no se puede dejar pasar el tiempo, permaneciendo impasibles hasta que los acontecimientos de trascendencia colectiva se precipitan. No deja de ser una lección para un pueblo milenario en proceso de transformación.