«Carretera al infierno», una nueva versión actualizada de un clásico del terror
M. I. | DONOSTIA
El megalómano Michael Bay, en su faceta de productor, se dedica a la recuperación de cintas terroríficas de los años 70 y 80, convertidas con el paso del tiempo en objeto de culto por parte de los aficionados al género. Los remakes que suele poner en marcha, como por ejemplo «La Matanza de Texas 2004», suelen ser argumentalmente bastante fieles al film original. Así se ahorra quebraderos de cabeza con el guión, porque lo que de verdad le interesa es una actualización de cara a la taquilla desde el punto de vista estilístico y visual, de acuerdo con los gustos del público juvenil del momento.
Para volver a poner en escena «Carretera al infierno», basada en la realización homónima de 1986, ha confiado la dirección a Dave Meyers, procedente de la escuela del «video-plic», por lo que sobran más explicaciones. La nueva versión es bastante más corta que su precedente, ya que no llega a la hora y media de rigor. Por su duración se remonta a la película-madre en la que a su vez se inspiró hace dos décadas Robert Harmon, que no es otra que esa auténtica joya cincuentera de Ida Lupino titulada «El autoestopista», ya comentada con motivo de su salida en DVD. La narración queda sujeta por tanto a las escenas de persecución, junto con los puntuales estallidos de violencia. El perturbado perseguidor es ahora Sean Bean, que no es la peor de las opciones para sustituir a Rutger Hauer en un cometido que el holandés bordó. La víctima pasa de ser un solitario chico asustado (el olvidado C. Thomas Howell) a una pareja de estudiantes en viaje de vacaciones.