No es lo que parece
Una foto para la interpretación aquélla de Sarkozy cuando ganó las elecciones rodeado de sus ministras. Al menos había cinco o seis, si la memoria no me falla. Todas radiantes, en plan de pose, triunfadoras en la vida como su hombre, que por ahora sigue haciendo de presidente. Destacaba entre ellas, por decir algo, Michèlle Alliot-Marie, alcaldesa que fue de Donibane Lohizune, ex ministra de Defensa y actualmente de Interior.
Aquellas fotos eran como un show a lo Bond, sólo le faltaba al presidente un poderoso artefacto con cañón para mostrar de donde salía su autoridad.
Se avecinaba una especie de Berlusconi, una derecha triunfadora de la imagen y depredadora de todos los eventos que se iban a poner a su disposición. Y es que el arte del engaño es hoy toda una técnica digital donde la ideología está en el disco duro, y acceder a él es bastante tortuoso. No sólo vale la imagen, ahora, en esta época sarkozyana, el discurso es imprescindible, sin él no hay videoclip.
Mientras, Rajoy, Aznar y todos esos vetustos seguían con la dureza de su disco y de sus otras nacional-partes, así que organizaron para divertirse unas jornadas variopintas de reflexión filosófico-política. Allí se rodearon de conspiradores de la palabra a sueldazo casi fijo, donde les advirtieron del peligro del islamismo, del peligro de la demasiada tolerancia con la musulmania, sus mezquitas y sus velos cubrecabezas denostados por Chirac. Oyeron de los nihilistas disfrazados de patriotas lo que esa parafernalia hueca quería oír. Mano dura a la disidencia, sea la que sea.
Para aquel entonces Sarkozy ya había enviado a su esposa a Libia para intervenir en la liberación de las cooperantes enfermeras búlgaras acusadas por el régimen de Gadafi de haber inyectado el virus del VIH a un gran número de personas.
Era una jugada maestra, preparada por ambas partes con movimientos de fichas premeditados. Un presidente francés y su esposa amantísima interviniendo en un asunto búlgaro.
Mientras, a los españoles el cemento, la falta de espacio, los procesos de Marbella, los campos de golf regados con el sudor de Castilla La Mancha y las insinuaciones vistosas del Gobierno de Zapatero les estaban parando el negocio Mediterráneo. Allí edificar más y más iba a ser problemático. Los gurús del PP seguían enfrascando a sus políticos en asuntos del disco duro. La nación, el islamismo, la emigración, la construcción patriótica, costera o no, y otras obsesiones de un partido obsoleto.
Los españoles siempre se han sentido acomplejados por el glamour francés, estrechar la mano de Francia de igual a igual es como la antesala del orgasmo para España, y eso, a pesar del pragmatismo que les llevaba a trocar vascos por industrias del consumo.
El patriotismo nacionalista español les llevó al mercadeo, justo al revés de la glamourosa República.
Así que para mucho antes que la derecha política española lo sospechara, parte de su ala constructora, la que no tiene complejos con los galos, ya había puesto en marcha el plan Maroc. Urbanizaciones para europeos con chalets ajardinados en ambas costas, 120 metros en recinto vallado con todo tipo de seguridad y acceso directo a la playa. Todo por unos 12 millones de las antiguas pesetas. La depredación de las costas marroquíes había comenzado.
Con el plan Sarkozy toda la costa mediterránea africana está en venta. El cañon que faltaba de la foto del show con sus ministras lo tiene Gadafi. La prensa sólo se fija, ¡qué tonta!, en el sugerente cañón.
Y para cañonazo, la última. Todo un presidente de la República interesándose en asuntos de pederastia. Por cierto, también musulmanes. Escándalo mayúsculo, alta política, repugnante monstruo el pederasta aviagrado, asunto de Estado. Habrá que castrarle químicamente, nos dice en una de sus paradas el Sarkozy. Es un horrendo crimen, perverso, como el de los responsables de la malnutrición, la enfermedad y el subdesarrollo de cientos de miles de niños en nuestro mundo. Ah, eso sí, a los ladrones y carteristas habría que cortales las manos y a los fugitivos los pies,la ley igual para todos.