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Maite Soroa

Ahora, a por Carter

 

Los teóricos de la democracia a la española asumieron hace tiempo como propio el refrán popularizado por el dudoso Alfonso Guerra: «el que se mueve no sale en la foto». Y ahora el que se ha movido ha resultado ser el ex presidente de EEUU, Jimmy Carter.

Para describir al personaje, Manuel Martín Ferrand señalaba en su columna de «Abc» que «nadie ha podido demostrar que Jimmy Carter sea capaz de andar y mascar chicle a un mismo tiempo». Queda más clara la fobia del columnista cuando, a continuación, expone que «cuando el republicano Ronald Reagan, posiblemente el mejor presidente del siglo XX, le sustituyó en la Casa Blanca quedó demostrado que el hoy octogenario personaje marcó los niveles más bajos de prestigio y talento que han padecido los norteamericanos al frente de la Unión. (...) No obstante, en concordancia con otros que lucen el mismo galardón, el ex presidente USA recibió en 2002 el premio Nobel de la Paz». Si Reagan ha sido el mejor presidente de EEUU del siglo XX, apaga y vámonos.

Se preguntarán por las razones de la pelusa contra el ex mandatario. «(...) el viejo líder de occidente vende paz. El problema reside en que su buena intención no va acompañada de la formación y enjundia convenientes y, con frecuencia, consigue efectos contrarios a los que pretende». Ya nos vamos acercando al meollo del asunto.

Resulta que Carter acaba de estar en Santander en su calidad de miembro del Club de Madrid y, «en referencia al problema que encarna la banda terrorista ETA, ha dicho el gringo que su esperanza y su preferencia se centran en que el conflicto se resuelva `a través de conversaciones directas entre el Gobierno y los responsables del grupo que solicita otro nivel de autonomía'». Y eso a Martín Ferrand le pone los pelos de punta.

Preso de un indisimulado nerviosismo, advierte que «ignoro si las conversaciones `directas' que desea Carter son fruto de su personal cacumen o vienen inducidas por cualquiera de las inconsistentes fundaciones que se manifiestan de parecido modo o, incluso, por el espíritu que anima la política al respecto de José Luis Rodríguez Zapatero -el `proceso de paz'-; pero conviene entender que un Gobierno, en representación de un Estado, no puede ni debe dialogar de igual a igual con un grupo de delincuentes que, de representar a alguien, se referirá a un grupúsculo minoritario y manchado de sangre del País Vasco». De lo que se trata es de no solucionar nada y seguir chupando del bote.

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