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CRÓNICA Primera visita del presidente frances a Euskal Herria

La Policía limpia las calles para que Sarkozy pueda sonreir y apretar manos

La Policía se empleó a fondo ayer en Ziburu y Donibane Lohizune para que la visita de Nicolas Sarkozy pareciera idílica y el presidente se encontrara sólo con hombres a los que apretar la mano, mujeres a las que abrazar y niños a los que besar. Sin embargo, los gritos de quienes pedían respeto para Euskal Herria o de quienes demandaban una moratoria para los transgénicos se dejaron oír.

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Iñaki ALTUNA

Si no fuera por la insistencia de los grupos que protestaron por diferentes motivos, Nicolas Sarkozy quizá se habría llevado sólo la imagen que alcanzaba a ver, la de un grupo de personas arremolinadas en torno a él para estrecharle la mano y sacarle una foto con el móvil.

Sarkozy hizo visita de médico: llegó, estuvo un rato y marchó. Poco más de cuatro horas, un número inferior al número de detenidos por la Policía en ese tiempo, un total de seis.

Acompañado de Michèle Alliot-Marie, ministra del Interior y vecina de Ziburu cuando no está en París, llegó al aeropuerto de Biarritz hacia las once de la mañana, para dirigirse a continuación a la comisaría de Baiona. El objetivo anunciado de esta primera escala era analizar la «lucha antiterrorista». La víspera, al confirmar oficialmente la visita, el portavoz del Elíseo, David Martinon, dijo desde París que «los progresos obtenidos en los últimos cinco años han sido especialmente importantes», aunque, a renglón seguido, añadió que «hay que ir más lejos en la lucha contra el terrorismo».

Quizá esa fue la cuestión en la reunión con los mandos policiales, pero cierto es que, públicamente, Sarkozy no ahondó en este punto. Su discurso giró más sobre las víctimas de los delitos en general (recibió en la comisaría a familiares de dos enfermeras muertas hace dos años en Pau por una persona que, debido a su trastorno metal, no fue ni juzgada), al tiempo que alababa a las fuerzas policiales. Le fueron presentados los diferentes cuerpos, a quienes dijo que debían estar orgullosos de su labor y solicitó eficacia.

No mencionó expresamente el atentado de Durango ni insistió sobre las numerosas acciones contra intereses turísticos e inmobiliarios registradas estos meses en Ipar Euskal Herria, si bien le mostraron material explosivo incautado en los últimos tiempos. En respuesta a las preguntas de los periodistas, realizó alusiones genéricas, como que «hay que ser vigilante frente a este terrorismo y todos los otros» o que «los terroristas no tienen derecho de morada en el territorio de la República francesa». Prometió, eso sí, que «no habrá ninguna debilidad».

Con escolta motorizada por delante, la comitiva presidencial se dirigió a Ziburu. Allí, esperaban para comer en un conocido restaurante de la localidad diversos electos, entre ellos, los alcaldes de, además de Ziburu, Donibane-Lohizune, Urruña y Baiona. Esperaban también el prefecto y subprefecto, que se adelantaron tras estar también en la comisaría, además del ministro de Agricultura y Pesca, Michel Barnier.

Unos pocos cientos de personas aguardaban en las inmediaciones. A la llegada del presidente, hubo aplausos... pero también gritos de protesta. La concentración convocada por Batasuna había tomado cuerpo. Los manifestantes se dirigían desde la plaza del Ayuntamiento a la carretera por la que iba a pasar Sarkozy, pero efectivos policiales los interceptaron y propinaron algunos golpes, además de romperles un megáfono, artefacto sumamente peligroso para el sonriente presidente. Allí los mantuvieron.

Sin embargo, otro grupo de manifestantes se encontraba ya en las aceras de la calle en la que estaba Sarkozy. Al igual que los otros concentrados de la plaza, comenzaron a lanzar consignas en contra de la visita, como «Alde hemendik, utzi bakean» o «Euskal Herria askatu».

Hasta ese momento, la presencia visual de la Policía -de paisano, eran legión- había sido reducida, pero de repente aparecieron numerosos efectivos, pues las angostas calles colindantes estaban repletas de furgones. A empujones y golpes, agruparon a los dos grupos de manifestantes, fuera del campo de visión del restaurante donde comía Sarkozy. Hubo momentos de forcejeo y tensión, pero, al final, los concentrados, tras permanecer unos veinte minutos lanzando consignas, se retiraron después de cantar el Eusko Gudariak.

Sarkozy hizo el camino de Ziburu a la zona del puerto de Donibane Lohizune en coche. Allí esperaban varios cientos de personas, y el presidente se dispuso a hablar unos minutos con los arrantzales sobre los problemas pesqueros. La protesta no se hizo esperar, como anunciaban las pancartas en contra de los productos agrícolas transgénicos colocados en un gran barco. Un arrantzale, en una motora, portaba otra pancarta para quejarse de que no tenía trabajo.

Cuando Sarkozy y su séquito entraban al muelle, unas setenta personas del colectivo «Collectif Alerta OGM», con banderolas en la mano, comenzaron a gritar pidiendo una moratoria para este tipo de cultivos. Algunos se encaramaron a un tejado. La Policía actuó de forma violenta para desalojar al grupo, cuyos componentes, con los brazos levantados, se resistían a moverse. Detuvieron y se llevaron esposados a seis de ellos, que quedaron libres después.

La imagen causó indignación a una mujer de avanzada edad, elegantemente vestida y con un perrito en la mano. No entendía esa «violencia gratuita» y preguntaba si era posible en una democracia. Sarkozy salió pitando de Donibane Lohizune, entre aplausos de unos y abucheos de otros, que, pese a todos los esfuerzos, también tuvo que oír.

 

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