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Por lo sano

En Salamanca un individuo se ha cortado el pene «para no pecar». Relacionar los genitales y el pecado es una de las labores castradoras de todas las iglesias, dogmas y agrupaciones para encontrar la verdad que nunca llega. En cuanto se habla de penes y pecados me entran angustias técnicas. ¿Cómo es más fácil cortar un pene, en estado de descanso o en plena erección? ¿En que momento el contacto carnal entre dos individuos empieza a dejar de ser pecado para convertirse en una unión al servicio del señor? ¿Los curas pederastas pecan o simplemente realizan una catequesis con su propio cuerpo? Cortar por lo sano.

El pasado domingo en Bilbao, en una buena hora para el florecimiento de los cientos de gaupaseros irreductibles, en una taberna de una calle con nombre de santo en la que sirven comida criolla, con una camarera afro-americana, una clientela formada por restos de otros antiguos naufragios alcohólicos, en la televisión estaba la santa misa retransmitida en euskara. Confieso que era una imagen impactante. No se podían dar en un pequeño espacio tal cúmulo de circunstancias chirriantes. ¿Atendía alguien al oficio? Todavía espero la respuesta teológica sobre el valor de la misa grabada, es decir si me grabo la misa televisada y me la paso, a la hora de la siesta, por ejemplo. Pero en esta ocasión era diferente, ¿sirve una misa televisiva vista en una taberna con el tintineo del hielo de fondo?

Me hallo en un territorio audiovisual diferente, y tengo al alcance cientos de canales. Hay una uniformidad exasperante. Los canales internacionales emiten los programas más demenciales que se les ocurra imaginar, y las televisiones de Iglesia abundan hasta la náusea. Digamos que es comparable en cuanto a sus intenciones, a su penetración, pero no a sus formas. Los predicadores europeos se esconden detrás de opiniones sesgadas, intentan hacer del catolicismo un eje transversal y mantener un monopolio institucional. Lo que yo ahora veo son predicadores demagogos a gritos, en caliente, salvando almas y cuerpos. Un negocio de tele venta. Unas liturgias espectaculares, pero con canales propios, es decir veinticuatro horas vendiendo pecados y antídotos.

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