La Vuelta 2007 comienza mañana en Vigo, y poco se habla de los candidatos a la victoria o las claves de un recorrido atractivo. La UCI, al igual que hizo en el Tour, ha empezado a bombardear la ronda española. El veto a Alejandro Valverde en el Mundial de Stuttgart, sobre todo, la espera al contraanálisis de Iban Mayo o la expulsión de Andrey Kashehckin del Astana acaparan la atención.

La organización, Unipublic, también tiene parte de culpa porque en lugar de las virtudes de su carrera, que las tiene en cuanto a recorrido y participación, anunció un plan antidopaje que suponía un gasto extra de 180.000 euros, que se traducirá en 350 controles sorpresa en carrera, además de los que se han realizado antes de la carrera. «No habrá tregua para los tramposos», dicen orgullosos.

Pero en lugar de ser inflexibles desde la sombra, lo anuncian a bombo y platillo, sin darse cuenta de la publicidad negativa que eso supone para el ciclismo. Los patrocinadores y el público salen espantados. Ningún deporte está tan vigilado y, por lo tanto, tan castigado, y hay una batalla desatada por el poder entre la UCI y las organizaciones.

Y recogen lo que siembran. La organización, La Federación Española y Lissavetzky casi se caen del sillón cuando anteayer la UCI anunció la presunta implicación de Valverde en la Operación Puerto. Algo de razón no les falta porque han tardado casi año y medio en encontrar indicios de que el murciano podría estar implicado, pero también lo están otros 47 ciclistas a los que esos mismos mandamases han olvidado y humillado, pero que por el contrario defienden a capa y espada a Valverde y Contador.

Los sospechosos de ser tramposos deberían ser controlados por los mecanismos internos de los equipos, la UCI y las organizaciones, pero no perseguidos y lapidados públicamente. Los ciclistas son condenados ya por ser sospechosos o pertenecer a ciertos equipos.

La realidad es que el podio de 2006, Vinokourov, Valverde y Kashechkin, no toma la salida, y asimismo, la organización ha vetado al Fuerteventura por tener como asesor a Belda, que, por cierto, dio empleo a más de una quincena de ciclistas y a otros tantos auxiliares. Es la sinrazón en la que está envuelto este mundo.

Menchov, Sastre y ¿Evans?

En el aspecto meramente deportivo, la carrera se prevé como un duelo entre Menchov, vencedor en 2005 tras la descalificación de Heras, y Sastre, cuarto el año pasado, aunque el ruso afincado en Iruñea presenta ese plus de calidad frente a la regularidad del abulense del CSC. En la lucha por el oro está por ver hasta qué punto se va a involucrar Evans, segundo en Tour y el que presenta el mejor equilibrio entre contrarreloj y montaña.

Los aspirantes a subir al trono son Samuel Sánchez y Gómez Marchante, dos corredores en plena madurez deportiva y que tienen una buena oportunidad de confirmarse en una vuelta de tres semanas.

No faltan más candidatos, la dupla del Caisse d'Epargne Pereiro-Karpets puede dar mucho juego, el triplete del Discovery Brajkovic, Danielson y Devolder o Cunego.

La salida de la Vuelta se multiplica con la presencia de corredores como Rebellin, Schumacher, Bettini, Piepoli o Bertagnolli, ganador de la Donostia Klasikoa.

Los esprints serán de cinco quilates. Petacchi, pendiente de una posible sanción de la Agencia Mundial Antidopaje tras un recurso del Comité Olímpico Italiano, Zabel, Bennati, Davis, Boonen y Freire se batirán en las llegadas. Sólo falta McEwen.

Los Lagos, en la cuarta etapa

La Vuelta se resume en 20 etapas, cuatro llegadas en alto (Lagos de Covadonga, Cerler, Arcalís y Abantos) y dos cronos, la primera de 52,2 kilómetros y la segunda de 20 en la última etapa. Unipublic ha apostado por no engordar de kilómetros las etapas y sólo tres jornadas superan escasamente los 200 kilómetros y hay varias de 150.

Sin prólogo, la carrera comienza en tierras gallegas con la primera oportunidad para los esprinters de lucirse. La primera criba llegará muy pronto, el martes, con llegada a Lagos de Covadonga, acompañada al día siguiente de una ración de media montaña.

La Vuelta se debe decidir el próximo fin de semana con tres etapas consecutivas, octava, novena y décima, que se antojan decisivas: la crono completamente llana de 52,2 kilómetros en Zaragoza, y los finales en alto en Cerler y Ordino Arcalís.

Así que las clasificación debe quedar bastante clara antes del primer día de descanso. En el segundo tramo de la Vuelta será la oportunidad de los velocistas que queden y de los aventureros.

La ronda se finiquitará en las tres últimas etapas, una posible emboscada en Avila, la doble subida a Abantos el anteúltimo día y una crono de tan sólo 20 kilómetros que podría decidir el podio en una Vuelta que parece que se puede decidir por pocos segundos.