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CRÓNICA Azkena Rock Festival

El Azkena arranca a medias bajo la duda de su continuidad

Las dudas sobre la continuidad del festival y el bajón en el cartel no pasaron desapercibidos en el inicio del festival. El número de visitantes, sin embargo, no se alejó de lo previsto.

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Los organizadores del evento contaban con una bajada considerable respecto a años anteriores, aunque pudieron demostrar buena puntería a la hora de calcular. «Preveíamos unos 8.000 por día, y si a las 19:00 horas ya hay unos 5.000, creo que alcanzaremos la cifra prevista», aseguraba ayer Ibai Villapún, portavoz de Last Tour International.

Aun y todo, la música era lo único que importaba ayer a la tarde en Mendizabala. Las críticas y dudas que ha suscitado la actual edición quedaron pospuestas hasta nuevo aviso. «Estos dos días vivimos, o lo intentamos, concentrados en el rock», afirmaba Aitor, indignado con quienes se preocupan por el año que viene.

Pero, y aunque es bien sabido que las comparaciones son odiosas, no faltaron los comentarios referidos a las anteriores ediciones. «Hay menos puestos, menos grupos, y éstos, además, son menos conocidos. En definitiva, hay menos dinero» ironizaba Iñigo mientras accedía al recinto recién pasadas las cuatro de la tarde, hora de apertura.

Una vez superadas las críticas de rigor, cuando sonaron los primero acordes a cargo del grupo The Furias y las puertas no cesaban en el constante goteo de nuevos festivaleros, la música recobró su merecido protagonismo. Tanto para opinar sobre la idoneidad de los grupos como para ensalzar nuevos descubrimientos musicales, las melodías y letras centraban las conversaciones de los asistentes. «Hasta para poder criticar está bien venir a los festivales», sentenciaba Maialen, defensora nata del ARF.

Sin embargo, la tarde transcurría a la sombra de un nombre, Tool, que habría de actuar pasadas las 00:30 de la noche. A la pregunta «¿qué es lo que te ha impulsado a venir al festival?», la máxima de Tool sonaba con contundencia entre muchos de los asistentes.

Las camisetas de los festivaleros protagonizaban otra de las discusiones del día. La mayoría habían aprovechado su vestimenta para defender un grupo de música que, a veces, coincidía con el cartel del Azkena y, otras, demandaba cambios en el mismo. Tool, por su parte, no sólo sobresalía en la tarde de ayer sino que también protagonizaba los diseños textiles.

Pero si alguien había olvidado llevar una ropa adecuada para la ocasión, los puestos que completaban el recinto permitían adquirir todo tipo de complementos o prendas. «Mucha gente aprovecha los festivales para llenar el armario», aseguraba desde dentro de un puesto un joven de Bilbo. Incluso el Ayuntamiento gasteiztarra ofrecía planos y folletos turísticos en uno de los puestos. «La mayoría busca esta información en el centro, pero ya hay quien viene a por algún callejero», afirmaba la encargada.

acampar en un festival

La zona de acampada, por su parte, acogía paulatinamente nuevas tiendas. Roger, originario de Manlleu, lo explicaba claramente: «Esta zona es la que da el último toque al festival; te juntas con gente de muchos sitios». Quizá por la mezcla de orígenes, las instrucciones sobre cómo montar la tienda venían con traducción simultánea. Del «posa aquest pal al forat», se pasaba rápidamente a un «perdón, pon el palo en el agujero». Y es que cuando se mezclan cuadrillas ya se sabe que se mezclan lenguas.

Los encargados del camping notaban una bajada respecto a la ocupación de años anteriores, pero no perdían la esperanza de que, al final, se llenara. «Cuando hemos venido a las siete de la mañana, ya había gente; durante la mañana daba un poco de pena lo vacío que estaba, pero la cosa va mejorando», describía uno de los organizadores.

Los límites de la zona los establece la orografía de Mendizabala. El montículo, conocido entre los gasteiztarras como el Monte de la Tortilla, determina de forma clara dónde se podía poner la tienda y dónde no. Pero, sin parar demasiado en las comparaciones, a medida que avanzaba la tarde el número de público aumentaba. Así, a la espera de una noche animada, atrás quedaron las quejas por el cartel y las dudas sobre la supervivencia del festival. Y es que, una vez dentro, las ganas de rock sobresalían en el recinto. La duda está en si lo seguirán haciendo el año que viene.

Itziar AMESTOY

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