Cuando se pierde la señal televisiva por múltiples causas y en la pantalla aparecen unos puntos blancos sobre otros negros causando un efecto móvil suele decirse que hay nieve. Yo agradezco muchísimo la nieve de vez en cuando. En la tele y en la vida. Es más: desearía que ahora mismo cayera la mosca blanca sobre todos nosotros y refrescara nuestras calientes cabezas (no las famosas hot-heads de la televisión) con un metro de manto más o menos. Nieve sólida, densa. Difícil de ser derretida. Sé que esto que pido no es un imposible.

Tele 5 es capaz de hacer que nieve en Sri Lanka, por ejemplo, o que salga el sol en el Polo Ártico de 6 a 8 de la tarde sólo para que su programación vespertina, original como ninguna, sea vista por esquimales y pingüinos.

Yo no necesito ver llover en Orión después de haber contemplado algunas colecciones de zapping y momentos estelares en las diferentes cadenas internacionales. Les cuento. El reportero es un niño de nueve años aproximadamente, de un programa impronunciable. Habla en inglés y la gentileza de la cadena nos lo subtitula. Le vemos a la entrada de un gran salón de eventos diciendo: «Y ahora harán su entrada las subnormales...(sic en subtitulación)». En ese momento vemos cómo un grupo de chicas, concursando en bañador para Miss no-sé-dónde, recorren el escenario. El niño hace en ese momento un comentario no apto para mi columna (yo también tengo mis escrupulillos monsieur le president masculin) y más tarde se acerca a una de ellas, que tiene que doblar la espalda para ponerse a la altura del hombrecillo con el micrófono y hacerle una de esas preguntas: «Pegarías una patada a un pony para salvar al mundo del hambre?». «Estoy en contra del maltrato de animales», le responde ella. «Entonces, dejarías morir de hambre al mundo por un pony....». «Yo no... eiin?» o algo parecido es lo que finalmente pronuncia ella. La verdad es que no resulta tan gracioso sin esa frase que el niño pronuncia y he tenido a bien censurarles. Pero necesito hacerlo. Yo estoy escayolada y ustedes, no.