Segunda y última jornada de la sexta edición del Azkena Rock Festival, cita ineludible para los aficionados a la música en vivo, que demostraron una vez con su fidelidad que la enfermedad del rock & roll hoy por hoy aún no tiene cura, en un festival fiel al género (en toda su amplitud) y cuyo futuro parece conllevar algunas interrrogantes.

El sábado llegamos a Mendizabala algo más tarde de lo previsto, debido a unos habituales imprevistos (no es broma). La afición fronteriza nos cuenta que fueron músicos de la sobresaliente banda canadiense The Sadies los que actuaron con Heavy Trash la noche anterior.

La espléndida tarde -qué suerte tenemos con la metereología en el Azkena, exceptuando aquella tromba que obligó a trasladar a la carpa a los New York Dolls en la jornada inaugural-, comenzó con Hoey & The Mussels, interesante cuarteto de Dublín-Atarrabia, que presenta su fino country rock en su debut «Home». Tras ellos, el abrasivo punk rock del joven quinteto Sexty Sexers, desde Bera con «Urkamendi Blues».

Tras las bandas locales, habituadas a tocar a pleno sol y con un constante goteo de aficionados, Clawfinger. Los suecos consiguieron relevancia con su rap metal comprometido a principios de los noventa. Una pincelada distinta y correcta en el abanico de sonidos del festival. Otra novedad fue la de Super 400, un power trío con reminiscencias al rock de los 70, desde Nueva York. Después, Quique González y La Aristocracia del Barrio, quien presentó en Gasteiz temas de su reciente «Avería y redención número 7».

Los ilustres The Cynics, reyes del garage y buenos conocedores de nuestros escenarios, cerraban la carpa rock (con un sonido mejorado respecto al día anterior) y daban paso a las estrellas venidas en exclusiva. Presentando su último álbum «Here We Are», fuzz y energía a raudales, el de la banda liderada por la guitarra Gretsch de Gregg Kostelich y el hiperactivo frontman Michael Kastelic, quien al final tuvo problemas de voz en un escenario con el sonido mejorado respecto al día anterior.

Una vez oscurecido, la noche presentó a los neoyorquinos The Mooney Suzuki por primera vez en Euskal Herria. La banda toma su nombre de los vocalistas de los germanos Can, Damo Suzuki y Malcom Mooney. Menos acelerados y salvajes de lo que en principio pudiera esperarse, el cuarteto alternó baladas y preciosistas temas de medio tiempo, dejando su high energy para el postre, donde bajaron a tocar entre el público y se subieron a los bafles guitarras al aire, en una irregular actuación a la que, pese a las ganas puestas por Sammy James Jr. -animando al público en español-, le faltó intensidad.

Australia nunca falla

Hoodoo Gurus fue otra de las bandas que se estrenaban en nuestros escenarios. Representaron el rock australiano, siempre presente en el Azkena, justificaron su condición de banda de culto y ofrecieron, para el firmante, el directo más refrescante, íntegro y sorprendente del festival.

Fundados en Sidney a principios de los ochenta por tres músicos de Perth, entre los que se encontraban Dave Faulkner y James Baker, originalmente tocaban con tres guitarras y sin bajista. La banda se mantuvo en activo hasta 1998, para volver en 2004 como cuarteto con el simpático Dave Faulkner (guitarra y voz) -en constante comunicación con un veterano y entregado público al que saludó en euskera-, Mark Kingsmill (batería de la banda desde 1984), Richard Grossman (bajista que lleva con ellos desde 1988 y al que presentó como «el nuevo chico») y el fabuloso guitarrista Brad Shepherd (en Hoodoo Gurus desde 1982).

Debutaron con «Stoneage Romeos» (1984, A&M Records) y veinte años después el último, «Mach Schau» (2004, Evangeline). Con la boca abierta disfrutamos de todos sus clásicos en un directo con power pop de altura, tan vitaminado como comerse un kiwi cada mañana.

Tras la habitual sinceridad australiana, el regreso de DKT/MC5. Los supervivientes de la revolucionaria banda de la ciudad del motor ¯Kramer y Davis se presentaron esta vez sin el batería Thompson¯ invitaron esta vez al carismático y ronco Handsome Dick Manitoba (The Dictators) como frontman y a Adam Pearson (The Sisters Of Mercy) a la guitarra.

Manitoba ¯quien mostró y besó el lauburu que lleva al cuello más de una vez¯ saludó a su ferviente público en español y se congratuló de volver a Euskal Herria, «su segunda casa». Pero fue un distendido y alegre Wayne Kramer, vestido con buzo naranja cual preso en Guantánamo y con la bandera americana como guitarra, quien lideró el mito al que hoy por hoy no se le puede pedir más que recrear su leyenda, en una fiesta de punk rock que comenzó, como no, al grito de «Kick out the jams, motherfuckers!».

Cerrando el festival y dando paso a los Djs, el cuarteto irlandés The Answer. Gustaron con su poderoso hard rock y un vocalista huracanado y espasmódico. Fueron, junto con los de Detroit (cabezas de cartel y clausura, respectivamente), una de las únicas bandas que pudo explayarse largamente, en un festival que ofrece rock ininterrumpidamente de cuatro de la tarde a cuatro de la madrugada. Doce horas por día, en dos jornadas donde como novedad se agradecieron los obligados parones entre las bandas punteras de la noche, para el cambio de escenario. Después, los pinchadiscos Monasterio y Darth Diver fundieron la noche y el día.

En mayor o menor formato, esperamos poder seguir disfrutando del rock del Azkena el proximo año.