Una pronunciada cuesta de setiembre
Alo largo de este verano, y de forma más acentuada durante las últimas semanas, el precio del trigo en el mercado mundial ha subido hasta duplicar el que tenía hace un año, alcanzando ya en julio su máximo histórico. Se barajan diferentes teorías a la hora de interpretar las razones de esta espectacular subida: el descenso de las cosechas en países que históricamente han sido grandes exportadores como China o India, y muy particularmente Rusia; movimientos especulativos; o la masiva apuesta por la producción de agrocombustibles, entre otras. Sea cual sea la razón última -y como ocurre habitualmente, lo más seguro es que todas ellas estén ayudando al resultado final-, lo cierto es que esta escalada de precios está acarreando como consecuencia una escalada de los precios de productos alimenticios básicos, que afecta ya a día de hoy a casi todos los países europeos.
Así las cosas, la cesta de la compra va a subir, y mucho, este otoño, y lo peor es que llueve sobre mojado. Porque la capacidad adquisitiva de las economías domésticas ya estaba siendo erosionada en los últimos meses por la subida de los tipos de interés, que ha encarecido las ya de por sí elevadas hipotecas. Un proceso que, aunque los expertos aprecian ya cercano a su techo, seguirá al menos hasta comienzos del próximo año, en que se espera que alcancen el 4,50%. Con todo ello, la cuesta de setiembre se presenta realmente pronunciada, y sus efectos previsibles constituyen, sin duda alguna, un importante motivo de preocupación: se agrandarán las bolsas de precariedad que se esconden bajo la apariencia de sociedades de bienestar de las sociedades occidentales, y se agravarán aún más si cabe las hambrunas que aquejan a los países empobrecidos.
Ante este panorama, algunos productores agrícolas de Euskal Herria han empezado ya a lanzar la voz de alarma, al tiempo que se preguntan quién se queda con lo que los consumidores se ven obligados a pagar por los productos alimenticios, y exigen que se estipulen precios justos tanto para los consumidores como para la supervivencia de los propios productores.