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«Dicen que si a un texto le quitas la rima y la métrica, lo que queda es poesía»

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Andrés CALAMARO

Presenta su nuevo trabajo, «La lengua popular»

Dice que de haber nacido dos años antes o dos después, lo mismo pudo ser comunero que combatiente de Las Malvinas. Finalmente nació hace 46 años, por lo que fue artista rebelde, creador desmesurado, vanguardista y callejero. Con su nuevo disco, Calamaro se mezcla entre los ciudadanos de buen gusto para proponerles doce impecables himnos prêt à porter.

Pablo CABEZA | BILBO

Con la vulgaridad musical que proponen los medios de comunicación (las radios y televisiones, en particular) y con el soleado mal gusto con el que reciben y aceptan los oyentes todos los cruces de basurilla tonal, resulta un milagro que artistas como Calamaro completen aforos e incluso ilusionen con sus ventas a las decaídas casas discográficas, en este caso a DRO Atlantic. Para demostrar, una vez más, que hay vida más allá de lo rastrero, el pianista regresa con un álbum inspirado, variado/concreto y de fácil escucha. Comenta Calamaro que su abuelo nació en Jerusalén, que fue elegido entre los mejores alumnos y que, por tal circunstancia, estudió en París, donde se formó laico, socialista y feminista. Ya en Buenos Aires, fundó su familia sobre esos principios culturales que asumió su nieto Andrés, músico comprometido y dado a la fluidez. Cuando Calamaro cumplió 8 años, pidió de regalo a sus padres un acordeón y más tarde un tambor, para asombro de amigos y vecinos. Con el paso del tiempo, el bonaerense se inclinó por la guitarra eléctrica y el piano, instrumento que marcaría sus agitadas noches.

En todo caso, fue su hermana quien le fijó en la música, pues cantaba en un grupo de folklore, compuesto por militantes montoneros, donde música e izquierdistas corrían como dos piernas de un mismo tronco. El ex Rodríguez reconoce haber nacido dentro de esa conciencia política, donde escuchaba rock de forma contracultural y practicaba el sentido del humor y el surrealismo. No obstante, también asevera que la extrema izquierda veía el rock como extranjero y a los rockeros como hippies y vagos.

En entrevista común para varios medios, facilitada por la promotora de Calamaro, el artista nos habla de su experiencia con «La lengua popular».

¿Después de tantos años de carrera, la sangre fluye igual de rápida en su nuevo disco?

Tengo el colesterol normal para alguien de mi edad y el hígado sano. En otros términos, concluimos el disco ansiosos por mostrarlo y esperamos lo mejor. Sin embargo el Hollywood discográfico es un dinosaurio herido tambaleándose, y no me gusta esa imagen. Ya no sabemos qué esperar de un disco, porque el público no necesita implicarse para escuchar u opinar de un álbum. Es un efecto colateral de los tiempos que vivimos y los alcances, no siempre avances, de la tecnología aplicada a los caprichos de una humanidad torpe que inventó también la guerra.

¿Qué canción de este disco es la que más cosas buenas le surgieron al escribirla?

Las canciones de «La lengua popular» están escritas en tres etapas: el «período Camboyano»; el 2006, durante una estancia en Rosario; y en el propio estudio, en marzo de 2007. Las primeras están exprimidas del mate mediante el método paranoico-crítico y la creación motivada; en Rosario escribí inspirado por la proximidad del río Paraná y empujado por mi propio corazón; y en marzo grabamos con los pulmones enriquecidos por el verano y codo a codo con mi compadre López. Siempre que se termina una canción estamos presos del entusiasmo; incluso las canciones tristes se escriben con extraña alegría. Algunas de las canciones incluidas en «La lengua popular» son canciones íntimas... casi privadas. Otras responden al deseo o a la necesidad de escribir. También fue formidable vencer al silencio y derrotar a la hoja en blanco, codo a codo con mi camarada Cachorro López.

En algunas letras se nota cierto abandono por escribir en prosa, ¿por qué?

Yo nunca pensé eso. Escribir con rimas no es más fácil, ni es vulgar ni sencillo. Los poetas del rap o Joaquín Sabina, le dan mucho valor a las rimas, y también se lo dieron muchos autores en todos los idiomas y en todas las épocas. Yo no me abandoné ni a la prosa ni a la rima, lo importante es escribir, si eso es lo que uno quiere. Dicen que si a un texto se le quita la rima, la métrica, la melodía... lo que queda es poesía, pero tampoco presumo de poeta. Espero lograr instantes de buen texto, buen canto y de buena música, pero también quiero inventar canciones atractivas, populares, extrañas y personales.

¿Piensa que en estos años que pasaron desde «El Salmón» hasta ahora, se perdió esa musa inspiradora y que ahora habrá que desenvainar las espadas del texto y escribir una canción aunque no haya pretexto?

En teoría, dice la leyenda, las musas son nueve diosas de algún Olimpo que llegan con las fuentes salpicando inspiración. A veces llegan con vasos llenos o con espejos. En este caso, la canción propone desmantelar la teoría de la inspiración etérea y consagrarse al método de los escritores de método... Las horas dedicadas a escribir serán proporcionales a la cantidad, la calidad y la existencia de los textos. Claro que hay que escribir textos sin pretextos, porque el arte, la canción y la literatura no necesitan más excusas que existir.

En «5 minutos más» rescata una frase de «El salmón». ¿Actualmente mataría por los mismos cinco minutos que cuando escribió «Mi funeral 11»?

Cada uno sabe por qué motivos mataría, pero normalmente todos los hombres tenemos las mismas razones, por lo menos en teoría, que son la defensa del honor, la familia, la venganza, la libertad, la patria y la vida. Borges escribió que el único paraíso posible es el paraíso perdido, pero sospecho que la voluntad de los hombres debería ser la de rebelarse contra el régimen borgeano de autocompasión.

reto

«También fue formidable vencer al silencio y derrotar a la hoja en blanco, codo a codo con mi camarada Cachorro López»

Calamaro propone doce sencillas canciones

Sencillo no es sinónimo de vulgar, al menos en este caso. Directo tampoco equivale a desnudo, de tres acordes, al menos, otra vez, en este caso: el caso de «La lengua popular», donde Calamaro escribe doce canciones que se escuchan con relajado entusiasmo y optimismo. Suena acústico, prudentemente eléctrico y próximo a lugares comunes que el oyente sentirá familiares: pop, rock, reggae y poco más. No es el Calamaro desquiciado, perdido entre el rumbo artístico del humo. Se acerca más al concepto mismo de Fito y los Fitipaldis. Es decir, rock and roll donde lo más importante es la canción en sí misma y no tanto ni los arreglos de vértigo ni las ideas del diablo. Calamaro se resume, se estiliza y se queda en «La lengua popular» cerca de todos sin la necesidad de caer en lo soez. Y si Fito referencia en ocasiones a Joaquín Sabina, qué es «De orgullo y de miedo», pues Sabina en cubito de hielo.

Nos lleva, por tanto, Calamaro por estas doce canciones a un terreno desenfadado donde hasta las letras de fría ausencia suenan luminosas, como ocurre con «Los chicos», donde la muerte se canta en estribillo de litrona, donde el encuentro con «La mitad del amor» corre chulesco por terrenos de rockabilly, tal y como si estuviésemos escuchando a los mejores Gabinete Caligari. El subidón emocional se encuentra asimismo en canciones de ritmo y blues de pura carretera, tal es el caso de «Sexy y barrigudo». Le pone poesía Andrés a «La espuma de las orillas»: «A lo lejos se escucha venir lo que el río no quiso contar / como siempre te vas a reír de algo ganso que te diga yo / Y te vas a dormir abrazándote siempre a mí / que vengo liviano como la espuma de las orillas...», que, sin embargo, suena bulliciosa. También se deja caer en el piano y la cuerda de «Cada una de tus cosas», cabalmente romántica.

P. C.

constancia

«Frente a la teoría de la inspiración etérea, las horas dedicadas a escribir serán proporcionales a la cantidad, la calidad y la existencia de los textos»

populares

«Espero lograr instantes de buen texto, buen canto y de buena música, pero también quiero inventar canciones atractivas, populares, extrañas y personales»

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