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El primer ministro japonés dimite en medio de una grave crisis política

El primer ministro, Shinzo Abe, debilitado por sucesivos escándalos en su gabinete, dimitió ayer, menos de un año después de su llegada al poder. Abe renunció igualmente a la Presidencia del Partido Liberal Demócrata (PLD), que elegirá el 19 de setiembre a su sucesor.

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«La intrincada situación en la que me hallo es una losa muy pesada. He concluido que debía tomar una decisión a fin de limitar al máximo la crisis política», aseguró al borde de las lágrimas Shinzo Abe, quien destacó la importancia de organizar de urgencia la elección de su sucesor. El actual número dos del PLD y ex ministro de Exteriores, Taro Aso, más halcón si cabe que el propio Abe, se perfila como el favorito.

El entorno de Abe aludió a «problemas de salud», aunque su dimisión coincide con el anuncio por parte de un semanario de revelaciones que le implicarían en un fraude fiscal tras la muerte de su padre.

Tras la derrota histórica de su formación en las elecciones al Senado del 29 de julio, la suerte de Abe estaba echada. Su salida era inevitable tras la publicación de encuestas que certifican una nueva caída en su popularidad y ante la amenaza de nuevas encuestas muy negativas para su formación.

A finales de agosto, el primer ministro logró enderezar el rumbo tras realizar un importante relevo en el Gobierno.

Pero fue un sueño. Los sucesivos escándalos financieros que han afectado a buena parte de sus ministros volvieron a desestabilizar su posición.

«Remodelé el Gobierno para proseguir con las reformas. Pero es difícil llevar a buen puerto mi política sin la confianza y el sostén de la población», aseguró.

La oposición no cejará

Abe se va en vísperas de la apertura de una sesión extraordinaria de la Dieta y de alto riesgo para el poder. El debate principal gira en torno a la prolongación o no más allá del 1 de noviembre de su misión naval japonesa para Afganistán.

La oposición, que controla el Senado, se opone a la prórroga. Su líder, Ichiro Ozawa, cuyo objetivo es lograr el adelanto electoral y que había amenazado con presentar una moción de censura contra Abe, deploró el momento elegido para su dimisión e insistió en que «nuestra posición no va a cambiar por que cambie el primer ministro».

Al llegar al poder, en setiembre de 2006, Abe proclamó como su principal misión dejar atrás los «complejos» de Japón y devolver al país a la arena internacional. Prometió pasar la página de la postguerra y, reivindicando su pertenencia a una generación que no conoció la contienda, no dudó en despreciar las exigencias por parte de China y de Corea de que Japón reconozca sus crímenes de guerra.

Así, reintrodujo la noción de patriotismo en las escuelas, acusando a los enseñantes de izquierda de transmitir una imagen «masoquista» de la historia de Japón. Devolvió asimismo al Ministerio de Defensa, devenido simple agencia en la postguerra, parte del lustre de antaño.

Su más que presumible sucesor, Taro Aso, descendiente también de una antigua familia patricia, pertenece al mismo clan de los halcones que Abe.

Aso se ha hecho tristemente famoso por sus declaraciones xenófobas. No obstante, parece haber atemperado su discurso en los últimos meses.

«Los objetivos de los halcones siguen ahí, pero el campo conservador deberá hacer una pausa para reconstruirse», avanza el profesor Yoshinobu Yamamoto.

escándalos

Abe se va rodeado de escándalos: dimisión de varios miembros del Gabinete, suicidio de un ministro acusado de corrupción y enorme fiasco burocrático en torno a las pensiones.

EEUU

La Casa Blanca mostró su esperanza en que el Gobierno japonés continúe participando en la coalición pergeñada por EEUU para mantener ocupado y sojuzgado al pueblo afgano.

EMPRESARIOS

La patronal japonesa instó al Gobierno a proseguir con sus reformas neoliberales y alertó contra unas «vacaciones de poder». «Estamos asombrados, hay montones de problemas como para permitirnos un vacío político», advirtió.

El patriotismo de Abe sucumbió al fin ante los escándalos y la preocupación de los japoneses

La dimisión de Abe es una derrota personal a su ambición por imponer, en nombre de un ideal patriótico, un viraje a la derecha a Japón. Las razones de su dimisión son múltiples: escándalos en serie, una gran falta de carisma, de autoridad y de experiencia y la humillación por haber hecho sufrir al omnipotente PLD la peor derrota electoral en el último medio siglo.

Pero más allá, Abe ha fracasado en su labor de intentar cautivar a los japoneses, lo que sí logró su popular antecesor, Junichiro Koizumi. Heredero de una dinastía de políticos conservadores, Abe no ha podido librarse de una imagen de chico bien que heredó la fortuna y el bastión electoral de la prefectura de Yamaguchi.

Admirador de su abuelo, prisionero de los estadounidenses por crímenes de guerra -nunca juzgado-, y dotado de un sentimiento patriótico muy marcado, los objetivos de Abe parecían muy lejanos a las preocupaciones comunes de los japoneses, las pensiones, el empobrecimiento del campo y la creciente desigualdad en la sociedad japonesa. GARA

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