Alizia Stürtze historiadora
¿Quién mandó reprimir el 9-S, Imaz o Egibar?
Tras la renuncia de Josu Jon Imaz, Alizia Stürtze sostiene que las tensiones en el seno del PNV no se deben a diferencias estratégicas entre sectores ideológicos enfrentados, sino que tienen que ver sobre todo con el reparto de cotas de poder y de dinero, y que, aun queriendo ofrecer una imagen más «soberanista» de cara a las próximas citas electorales, sigue apostando por el acuerdo estratégico con el PSOE y colaborando con el intento de hacer desaparecer a la izquierda abertzale
Tras la aprobación, dicen que unánime, de la ponencia política por parte del Consejo Nacional del PNV, Josu Jon Imaz anuncia su renuncia a la reelección a la presidencia del EBB y abandona la política. El tratamiento que desde todos los medios dan a la noticia es el de auténtico bombazo informativo.
No cabe duda de que a decenas de miles de vascos oprimidos les ha producido una cierta relajación mental la idea de dejar de tener que ver/oír asiduamente a un siempre crispado Josu Jon escupiendo insultos contra la izquierda abertzale. Es cierto que imaginarse a ese presidente del EBB tan arrogante y tan del gusto de Madrid aparentemente «purgado» por sus propios compañeros de partido debido a sus «desmanes españolistas» y a sus puñaladas traperas da pie para regodearse con el dulce sabor de la venganza, del que es obvio que también participan no sólo esos dirigentes jeltzales a los que suciamente marginó, sino incluso esas bases peneuvistas más autonomistas que siguen irracionalmente (y cómodamente) subyugadas por el ilusionismo independentista del PNV. Es incuestionable que la pasión con que prensa y televisión estatales ensalzan la figura de Josu Jon y la perplejidad, tristeza y/o preocupación que su despedida parece haber provocado en Zapatero, Rubalcaba y Rajoy evidencian el talante político del personaje y la animadversión que genera hasta entre los suyos.
Sin embargo, como bien remarca el independentista Joseba Alvarez, la retirada (¿provisional?, ¿condicionada?) de Imaz «no supone, a día de hoy, ningún cambio de línea en el PNV». No hay más que revisar la historia de este partido, sobre todo la de los últimos treinta años, para comprobar que las tensiones y ajustes de cuentas internas no se deben a unas diferencias estratégicas de fondo entre sectores ideológicamente enfrentados, sino que más bien tienen que ver con un reparto a veces muy discutido de cotas de poder y de dinero (y el consiguiente grado pactado de corrupción), así como con el mejor modo de conseguir mayor «tajada» de Madrid; lo que nada tiene que ver con buscar la vía menos traumática para convertir a Euskadi en un estado, que, según declaraba Arzalluz en Herri Irratia ayer mismo, sería, al parecer, el objetivo último del partido de Sabino Arana.
Pero, vamos a ver: ¿desde cuándo es Arzalluz creíble? ¿Quién sino el PNV, -el de Josu Jon Imaz y Urkullu y el de Ibarretxe y Egibar- planeó la prohibición de la manifestación del 9 de setiembre convocada por el movimiento pro amnistía en solidaridad con los centenares de represaliados políticos vascos? ¿Quién sino el PNV -el de los «pactistas» y el de los «soberanistas»- es el responsable de la represión salvaje, detención y encarcelamiento por orden de la Audiencia Nacional de quienes pretendían hacer uso de la libertad de expresión y manifestación en el Bulevar donostiarra? ¿Quién sino el PNV -el del sector «regionalista» y el del sector pro consulta- está detrás de la decisión de la Ertzaintza de imputar a otros dos jóvenes más por los incidentes ocurridos el pasado domingo, uno de los cuales permitió fotografiar su rostro desfigurado por un pelotazo en la rueda de prensa ofrecida el pasado lunes por Askatasuna? ¿Quién sino el PNV -el de Amatiño y el de Izaro News- impulsa, a través de su férreo control sobre EiTB y otros medios, la criminalización de la izquierda abertzale, transfigurada por los propagandistas, periodistas, comentaristas y demás «intelectuales» jeltzales en «izquierda radical», es decir, en una panda de reaccionarios y destructivos «rojos» anti-progreso y anti-país contra los que sólo cabe la represión?
¿Es el PNV de Egibar o el de Imaz el que, según el informe de LAB de la Diputación de Gipuzkoa, tras las elecciones ha peleado duramente con EA para repartirse y generar toda una serie de cargos políticos y consultivos nuevos con unos sueldos de escándalo? ¿Hay alguien más agresivo que el PNV a la hora de defender proyectos, como el TAV, contrarios a un desarrollo equilibrado de Euskal Herria y que destruyen su territorio? ¿Es creíble esa supuesta consulta sobre el derecho a decidir de los vascos planteada por un PNV que se niega rotundamente a preguntarnos si, en nombre de la modernidad, queremos o no autovías, o superpuertos, o incineradoras, o circunvalaciones, o cualquier otro proyecto neoliberal y que, además, considera no válida nuestra respuesta ciudadana desde un órgano democrático de representación como pueda ser un ayuntamiento... gobernado por ANV?
Con un EBB en el que estén más equitativamente representadas las dos «sensibilidades», con un EBB con Urkullu al frente o sin él, con un lehendakari de nombre Ibarretxe, Egibar o Josu Jon, el PNV sigue siendo un partido clasista y de derechas, representante de los intereses de una fracción de la burguesía vasca (vasco-española) que, en función del modo de desarrollo capitalista, va variando en su composición (industrial, financiera...), lo que, claro está, genera pugnas por el control (privatizaciones, licitaciones, reparto del dinero público...) y, desde luego, corrupción. Y, tras sus malos resultados en las pasadas elecciones municipales y su necesidad imperiosa de mejorarlos de cara a las elecciones generales de marzo de 2008 y las autonómicas de 2009, EAJ es un conglomerado de intereses obligado a revisar su discurso y a recuperar una imagen más «soberanista», para seguir manteniendo su capacidad de gestión y de representación aquí... y en Madrid, frente a la pujanza demostrada por la izquierda abertzale.
Cierto es que a la prensa española le gusta más Josu Jon que Ibarretxe o Egibar, pero también es cierto que nadie pone en duda que los jeltzales van a seguir buscando un acuerdo estratégico con el PSOE y el Estado español y colaborando intensamente en la criminalización, represión e intento de eliminación de la izquierda independentista vasca. Al parecer, siguen siendo de absoluta confianza. De hecho, se da por sentado que el PNV va a sacar al PSOE del atolladero y a aprobar los Presupuestos del Estado, obteniendo a cambio la renovación de la llamada Ley del Cupo y un aumento de las partidas dedicadas por Madrid a inversiones en infraestructuras, investigación y desarrollo.
Y es que el PNV no puede ser sino colaboracionista, por mucha habilidad que haya mostrado históricamente en ocultar lo evidente. Que, en estos momentos, es colaborar en el aplastamiento de la izquierda abertzale.
Una pregunta tonta: ¿por qué les agobia tantísimo la capacidad de negociación demostrada por ANV desde las instituciones en las que le permiten tomar parte? ¿Acaso porque se demuestra que negociación no es sinónimo de prostitución?