Fuego en las entrañas del «Teleberri»
Ines INTXAUSTI
Crítica de televisión
Estaba Olatz Simón reportando desde muy cerca del Olimpo, mientras el fuego arrasaba Grecia en el «Teleberri» de ETB. Menos mal que sabíamos de antemano que era Olatz Simón, porque, de repente, el chyron bajo su busto escribía el nombre de un militar griego parecido a: «Zorba Kazantzakis» y debajo «sargento mayor». Era un error de bulto, porque luego salió el mencionado señor y abultaba mucho más que Olatz. Esto habría sido un detalle sin importancia de no haber sucedido dos minutos más tarde lo que tengo a bien contarles.
Por lo visto, también se había producido -de eso se encarga producción- otra noticia cuya protagonista era Julia Madrazo. Y esta vez, bajo su busto, la chyronita del país de Supermán escribió: «Julai Madrazo». No digo que a alguien pueda parecerle una julai la tal Juli -de hecho, no podemos gustar a todo el mundo-, pero de ahí a escribirlo tan previsiblemente... Como quiera que yo también nado y milito en el error y no tengo porque guardar mi ropa, me solidarizo con -no sé por qué me la imagino mujer: ¿hay hombres ahíiii?- la escritora de nombres y oficios de ese día en el «Teleberri» y espero que todo sucediera porque tenía algo muy importante que celebrar con la audiencia.
Yo, cuando menos, me reí. Pero también pensé en que posiblemente un realizador con muy mala leche -todos la generan en un directo- le soltara un grito inolvidable, por el cual nunca más llamará julai a nadie. No sé si contabilicé alguna otra perla más. Son las veloces anécdotas que conlleva trabajar en tiempo real y sucede en tantas ocasiones como en la vida misma o la misma vida. Con la suerte de que resulta muchísimo más fácil cocinar, luego corregir el desaguisado y convertirlo en marca indeleble en la televisión que en la realidad.
Más o menos cómo hacía Peter Sellers en «Bienvenido Mr Chance» y antes, en la novela «Detrás del jardín», de Jerzy Kosinski. Bastante más graves son las faltas de horrortografia de Tele 5 y nadie les regala un diccionario. Por cierto, lo repito: ¿hay hombres allí?