A excepción del cineasta Amos Gitai, no es muy frecuente tropezarse con filmes procedentes de Israel. Por ese motivo, siempre son bien recibidas películas tan saludables como la que nos ha propuesto el actor y realizador Tzahi Grad.

Siempre tendemos a creer que la sociedad israelí vive, así se nos muestra, en un estado de hermetismo vigilado por el «terror» que acecha desde las zonas palestinas. Es la lectura parcial y muy interesada de una realidad silenciada. Pero, filmes como «Truah meguna» indican que existe vida corriente detrás de los muros que preservan a Jerusalén del enemigo constante y lo hace con un estilo e intenciones muy oportunos.

Excelente fresco social

Afortunadamente, todavía es posible mostrar realidades sin hacer uso directo del drama; un género siempre bien recibido cuando se trata de festivales. Grad, por el contrario, ha optado por rodar un filme que, si bien cuenta con engranajes directamente relacionados con el drama, se inscribe en la modalidad de thriller.

El actor y co-guionista Gel Zaid lleva a cabo una notable interpretación del tipo corriente inmerso en una espiral de violencia. Esta estructura narrativa es enriquecida por múltiples detalles que hacen del filme un excelente fresco social. El género negro clásico fue un excelente termómetro de la sociedad convulsa que habitó la Norteamérica de la Gran Depresión. Por ese motivo, el cineasta adopta algunos elementos habituales de este género universal para mostrar el estado de corrupción que se mueve en las altas esferas de Israel.

Un escritor en apuros

El protagonista es un campesino que abandonó sus tierras para embarcarse en una incierta aventura literaria. Está atrapado en un estado de confusión profesional y sentimental. Incapaz de escribir una línea, asume que su familia pagará caro su nulidad creativa. Su compañera e hijo no vivirán ajenos a esta situación lo cual deriva en una crisis en la relación familiar. Un buen día, algo cambiará su vida. Un vehículo choca contra el suyo y un gesto provocará que el protagonista deba enfrentarse a un exhéroe de guerra reconvertido en gángster temible. La burocracia, el poder tangible que se traduce en amenazas y que deriva en incertidumbre, atenazarán al protagonista; el cual optará por no amedrentarse y plantar cara a su adversario poderoso.

Sin miedo a excedernos en la comparación, «Truah meguna» podría ser considerada como una revisión dulcificada de la referencial «El justiciero de la ciudad» protagonizada por Charles Bronson.