Literatura de ficción
«La gran estafa»
Mikel INSAUSTI | DONOSTIA
Las películas protagonizadas por Richard Gere ya no funcionan en taquilla como antaño, seguramente porque el galán se ha ido haciendo mayor. Sus defensores afirman que con la edad ha ganado como actor, para lo que ponen como ejemplo su trabajo en «La gran estafa», película donde interpreta a un personaje negativo, alguien que es todo lo contrario de un héroe para la sociedad. Se trata de Clifford Irving, el escritor maldito que quiso publicar una falsa biografía del excéntrico millonario Howard Hughes, estafa que le llevó a la cárcel y le obligó a permanecer en el ostracismo, hasta que, pasado un prudencial periodo de tiempo, pudo escribir su particular versión de los hechos que supusieron su muerte profesional. El único que se interesó por este personaje caído en desgracia a principios de los años 70 fue Orson Welles, que lo entrevistó para su película «Fraude», donde el cineasta reflexionaba sobre la discutible barrera entre la obra original y la copia y, en definitiva, sobre la relación entre la verdad y el artificio artístico.
«La gran estafa» sigue la reciente línea de la producción independiente «El precio de la verdad», que abordaba la figura de un periodista de un importante medio de comunicación norteamericano que se inventaba los reportajes. Lo que Irving se sacó en su tiempo de la manga fue una supuesta entrevista con el oculto Howard Hughes, al que nadie se podía acercar porque se había encerrado a cal y canto en un hotel de Las Vegas. Las editoriales también eran en parte culpables, puesto que estaban dispuestas a pagar millones por un libro inexistente e imposible.
El alemán Joseph Vilsmaier, conocido por películas de repercusión internacional como la bélica «Stalingrado», dirige ahora al alimón con su mujer Dana Vávrová, a la que conoció como actriz hace veinte años cuando la dirigió en «Leche de otoño», el título que le dio a conocer. «El último tren» ha tenido también mucha repercusión en el mercado germano desde que fuera presentado en la Berlinale, porque reconstruye la marcha del convoy que en el año 1943 trasladaba a casi setecientos judíos hacia el campo de concentración de Auschwitz, partiendo de la estación de Grunewald. Fueron seis trágicos días de viaje por ferrocarril en vagones de carga, donde el calor, la falta de alimentos y la deshidratación causaron las primeras bajas. Ante las extremas condiciones del traslado no faltaron las tentativas de fuga, en un intento desesperado por huir al exterminio nazi. Al final sólo la mitad de los deportados sobrevivieron al traslado, en uno de los episodios más graves de cuantos se engloban dentro del holocausto, que siempre es pertinente recordar por cuanto hay quien sigue negando la evidencia.