De un tiempo a esta parte abundan en el cine oriental un tipo de producciones que prueban con el mestizaje de géneros, a fin de dar con fórmulas renovadoras para los géneros tradicionales. A las películas de corte épico, sobre el pasado imperial o feudal, se les aplican tratamientos visuales actualizados. Ya no basta, como hacía el maestro Kurosawa, con buscar una dramaturgia digna de las tragedias de Shakespeare acompañada de escenas bélicas espectaculares, hay que ofrecer algo más de cara al mercado exterior. Uno de los fallidos ejemplos recientes de esta tendencia coyuntural lo tenemos en «La maldición de la flor dorada», donde Zhang Yimou experimentaba de forma puramente ornamental la compaginación de las coreografías de lucha de las películas «wuxia» con un interiorista drama palaciego. El método que sigue la debutante coreana Meejeung Kim es tres cuartos de los mismo, pero combinando la intriga cortesana con la estética de los thrillers fantasmagóricos. El resultado es un fiasco total, un híbrido que no puede contentar ni a los amantes del cine histórico, ni tampoco a los «freaks» que les gustan las cintas terroríficas con pálidos y deslizantes fantasmas melenudos.

Los elementos sobrenaturales que perturban deliberadamente el desarrollo natural de «Goong Nyeo» están desde el principio, aunque no llegan a manifestarse del todo hasta la parte final. Es difícil precisar en qué punto el suspense detectivesco da paso a otra suerte de misterio más espectral, debido a la confusión que se va apoderando de la narración a medida que ésta avanza. De no haber sido así, de haber mantenido la prometedora línea de investigación inicial, estaríamos hablando de un curioso thriller de época en la línea de la medievalista «El nombre de la rosa», cambiando el encierro conventual por otro palaciego y los frailes, por unas doncellas con unos uniformes muy monjiles.

Las impactantes imágenes violentas quedan igualmente fuera de situación, en cuanto que funcionan mejor pegadas al realismo de un tipo de tortura refinadamente sádica y relativa a un matriarcado autodestructivo, que hace que las mujeres gobiernen sobre las mujeres. En cambio, al conectar con el más allá cobran una dimensión onírica, que no transmite ya tanta fuerza. De cara a futuras realizaciones, Meejeung Kim haría bien en salvar aspectos parciales de su ópera prima desligados de un conjunto a desmontar con cuidado.