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«Trabajar en una superproducción supone mucho dinero y poca libertad»

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david cronenberg

director de «promesas del este»

«Promesas del Este» es la última película dirigida por realizador canadiense David Cronenberg. Basada en un guión de Steve Night, el thriller, rodado en Londres, se sumerge en las historias personales que se suceden en el entorno de la mafia rusa de la capital británica. El largometraje cuenta con las brillantes actuaciones de Naomi Watts, Vincent Cassel y Viggo Mortesen, entre otros.

Iratxe FRESNEDA | DONOSTIA

De mirada azul intensa, delgado y de expresión relajada, David Cronenberg es un conversador ágil y elocuente. Realizador afortunado, sus historias sobreviven a la marea de los grandes estudios.

Fascinado por convertir los sucesos anormales en situaciones cotidianas, el de Toronto asume la idea de que la violencia forma parte de nuestras vidas y mostrarla le parece un ejercicio de libertad creativa. Tal y como afirma, «en condiciones extremas, en situaciones de peligro, es cuando los aspectos más humanos nos son revelados». Fiel a su equipo de toda la vida, no duda en admitir que sigue aprendiendo de cada una de sus experiencias.

¿Por qué se decidió a filmar este guión y no otros que tenía entre manos?

Estaba interesado en otros proyectos pero, como casi siempre ocurre, con cada proyecto que tienes entre manos siempre existe algún problema, ya sea con los actores, con los productores, con la financiación, con los distribuidores... En realidad, este fue el primer proyecto con el que salió todo hacia delante. Después de «Una historia de violencia» fue una casualidad que el tema principal de la película tratara el asunto de los gangsters, así que, en cierto modo, se puede decir que esto ha surgido como la continuación accidental de «Una historia de violencia».

Su retrato del mundo de la mafia no es una mirada de admiración, pero tampoco realiza juicios morales. ¿Cómo fue el proceso de documentación para realizar la película?

El guión es la base de esta historia y el guionista Steve Knight realizó un gran trabajo de documentación previo a la escritura del guión. Y eso implica la lectura, la observación y, sobre todo, el hablar con la gente que pertenece o tiene algún tipo de contacto o relación con el mundo que se investiga.

Quiero recordar que es una película de ficción, no un documental, y que lo que vemos en el filme es una historia de ficción. Nos centramos principalmente en investigar los significados que los tatuajes tienen para los componentes de las bandas, la vida en prisión, también algún que otro documental nos sirvió de inspiración y, por supuesto, internet proporciona mucha información...

Mediante las fotografías también pudimos extraer la forma en la que visten, qué coches utilizan, las «cosas físicas». Incluso estudiamos algo el ruso que ellos hablan, el slang que utilizan. Pero se trataba de información a la que cualquiera puede acceder.

¿Qué le llama tanto la atención de la violencia, del dolor, como para que esté siempre presente en sus películas y de una forma tan «visceral»?

Para empezar, simplemente tenemos que leer los periódicos para ver qué es lo que está sucediendo en el mundo; ahí ves todo y más de lo que se ve en las películas. Simplemente reacciono al mundo.

Tal y como dice George Bernard Shaw, «el conflicto es la esencia del drama». Entonces, si tú realizas una película donde todo es perfecto, donde todas las relaciones son maravillosas, la película se acaba pronto. Si deseas reflejar el mundo tienes que mostrar el conflicto que se vive ahí. Simplemente, la violencia en un medio visual como el cine pide que se muestre de un modo físico.

En mis películas, de algún modo, hablo conmigo mismo. Cuando todo va bien, todo lo malo, esa violencia de la que estamos hablando, no sale a la superficie. En condiciones extremas, en situaciones de peligro, es cuando los aspectos más humanos nos son revelados, así vemos de qué estamos hechos. Como artista me interesa explorar esto, es algo natural.

Precisamente el poder filmar la violencia puede verse como un ejercicio de libertad del que gozan algunos cineastas de nuestros días. ¿Lo ve así?

En las democracias se supone que ha de existir la libertad de expresión; que es un derecho básico. Pero no se encuentra en todo el mundo, porque hay muchas cosas que están prohibidas, no sólo la violencia y el sexo, también las cosas más extrañas que se nos puedan ocurrir censurar están prohibidas en algunos países.

Para los artistas la lucha por la libertad de expresión es una constante. Puedo hacer esta película en Norteamérica, pero es sorprendente lo que puede resultar ofensivo en algunos lugares. Mantener esa libertad de expresión y creativa es algo necesario.

¿Mantener esa libertad de la que habla es lo que le ha te- nido alejado de las grandes superproducciones hollywoodienses?

No exactamente, pero es verdad que cuanto más grande es el presupuesto que se necesita para el filme menor es el margen de libertad que te queda para trabajar. Las grandes corporaciones están muy preocupadas porque tu película no ofenda a nadie, se gastan mucho dinero y, si fracasa, su empresa se hunde. Así que si trabajas para ellos tienes mucho más dinero, pero mucha menos libertad, es decir, mayor presión y control. En estas superproducciones todo el mundo está preocupado por todo lo que haces. Creo que tiene más relación con el sistema capitalista que con la censura.

De cien minutos de metraje tan sólo son cinco los que ocupa la violencia explícita. Pero hay mucha tensión emocional, verbal, mucha violencia latente...

Sí, desde luego. Volvamos a hablar de George Bernard Shaw. Hay muchos tipos de conflictos y la violencia física es solamente la más obvia. Aquí tenemos dos familias; una es la criminal y la otra, digamos «la biológica». Y en esta última se da precisamente el momento más violento, cuando el tío le dice a la sobrina que ella es la culpable de haber perdido a su bebé. Para mí este es el momento más violento de todo el filme.

Precisamente de los diálogos y de la construcción de los personajes me gustaría hablar. Parecen vivir exiliados de lo que les hubiera gustado ser, rodeados de cierto misterio. Se presentan como desdibujados, el espectador debe completar sus vidas. ¿Es el efecto que perseguían?

Sí, así es, pero la mayor parte del mérito aquí se la debemos al guionista, ésa fue una de las razones por las que quise hacer la película. Para que un personaje tome vida, obviamente no puedes incluir todo lo que se cuenta en una novela de mil páginas Suele ocurrir que cuando tienes un buen guionista, éste consigue tan sólo mediante cuatro frases que el espectador sepa que el personaje tiene una historia, que ha dejado atrás un pasado y que tendrá un futuro una vez finalice la película. Después llega mi trabajo, es decir, el de pasar esto a la pantalla, elegir los actores, los detalles y hacer que funcione, claro.

En todas mis películas, si las ves de nuevo, puedes descubrir cosas nuevas, porque los detalles siempre son muy importantes para mí.

Esta es la segunda vez que trabaja con Viggo Mortensen. ¿Espera hacer una tercera película con él?

Me encantaría decir que Viggo me ha pagado cantidades indecentes de dinero para que lo convierta en una estrella pero, desgraciadamente, no es verdad (se cachondea). Creo que es un actor brillante y tenemos una relación personal y profesional muy estrecha. Cuando leí el guión le identifiqué inmediatamente con Nicolai, con su barbilla y sus rasgos eslavos. Pero si hubiera pensado que este papel no era para él no se lo hubiera dado, porque le habría hecho un flaco favor. La verdad es que me gustaría que estuviera en todas mis películas, pero no sé lo que haré próximamente.

Estreno

Título original: «Eastern Promises».

Dirección: David Cronenberg.

Producción: Paul Webster y Robert Lantos.

Guión: Steven Knight.

Música: Howard Shore.

Fotografía: Peter Suschitzky.

Intérpretes: Viggo Mortensen, Naomi Watts, Vincent Cassel, Armin Mueller-Stahl, Sinéad Cusack, Donald Sumpter.

País: Canadá, Gran Bretaña, EEUU, 2007.

Duración: 100 minutos.

Género: Thriller.

Cronenberg, de «rey de la enfermedad
venérea» a jurado del Festival de Cannes

«Algo que va mal es siempre dramáticamente más interesante que algo que va bien». Al menos para David Cronenberg. Nacido en Toronto, Se educó en una familia de músicos y periodistas para más tarde graduarse en Literatura. De hecho, confiesa la considerable influencia que han ejercido en su obra artística escritores como Vladimir Nabokov o William Burroughs, del que llevó a la gran pantalla «El almuerzo desnudo».

Su trayectoria, cimentada en su interés por el caos, se tradujo en sus inicios en películas adscritas al género fantástico (véanse «The dead Zone» o «Videodrome»), que le llevaron a ser menospreciado por la crítica. Las imágenes de vísceras o de babosas saliendo por la boca de sus personajes no colaboraron a la hora de entender el mensaje que había tras las imágenes morbosas y repulsivas. Mensaje que no era otro que hablar de cosas relevantes para su tiempo.

No fue hasta «Inseparables» cuando consiguió dar a entender su particular mensaje y pasar a ser un cineasta reconocido mundialmente.

Su evolución, más que notable, desde el viaje iniciativo que este director emprendió desde cintas como «Videodrome» hasta «Una historia de violencia» es innegable. «Promesas del Este», su último trabajo, es reflejo de una profunda madurez creativa. De una imagen impecable, el thriller nos regala unos personajes cautivadores y poseedores de una rica vida interior. Exiliados de sus anhelos vitales,

el guión del filme sabe dibujar

mediante precisos esbozos el misterio de sus historias personales. Escrito por

Steve Knight, en sus orígenes fue un encargo para un telefilme acerca del tráfico de seres humanos en Londres controlado por las mafias del Este. Pero poco a poco, y tras investigar a la organización mafiosa Vory V Zakone, Knight se cercioró de que la historia podía transformarse en un

largometraje. El guión, en palabras de Cronenberg, ha reinventado el cine negro.

Iratxe FRESNEDA

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