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REMONTE

«Con la familia que tengo, digamos que no podía ser domador de leones»

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Ángel LECUMBERRI, Remontista

Tras 19 años como profesional, el sábado colgaba el remonte el penúltimo de una larga saga de siete pelotaris. Hijo y sobrino de remontistas de leyenda, Lecumberri ha sido testigo de la historia reciente de esa modalidad especialmente en un escenario, el Euskal Jai Berri, en el que ha vivido el apogeo del remonte, su declive, su riesgo de desaparición y los esfuerzos por salir a flote en los que se halla ahora.

Angel Lecumberri trabaja como responsable de laboratorio en el Instituto Bacteriológico de Lekunberri, una labor que ya no compaginará con el remonte. Y es que este pelotari de 42 años, tras casi dos décadas en el campro profesional, decidió colgar el remonte el pasado sábado en el Labrit. Atrás quedán 2.308 partidos y 81.118 tantos hechos, dos datos que corroboran su dilatada trayectoria como remontista.

Se despide tras 19 años como profesional. Casi nada...

Creo que el cuerpo me hubiera aguantado más, pero en setiembre se acababan los contratos y la empresa consideraba que, en virtud de las programaciones, no había todos los huecos disponibles que le gustaría. La oferta era jugar menos partidos hasta diciembre. Era una buena oferta económica, incluso mejor que la que tenía ahora, pero yo necesito competición, por mi forma de jugar. Y para bajar mi nivel, no me merecía la pena. La oferta deportiva me parecía fundamental para no aceptar.

¿El remonte ha cambiado mucho desde que empezó a jugar?

Un montón. La cesta de paja sobre la de plástico dista un mundo. Hubo un cambio de materiales que no me ha convencido: a mí lo que me gustaba era darle a la pelota, y hacer un juego más físico que técnico. Lo que no puedes hacer es cambiar de estilo 15 años después de empezar. Ahora el tanto es más largo, predomina la defensa sobre el ataque. Antes no se peloteaba tanto ni por el forro. Las funciones en Galarreta duran ahora una eternidad. Recuerdo que antes jugaba el cuarto partido y llegaba a casa como tarde a las nueve de la noche, en un Seat 127 viejo y por la carretera antigua. Ahora volvemos por la autovía y llegamos a las diez.

¿Destacaría el pundonor como su principal virtud?

Yo creo que sí. Eso lo aprendí de mi padre y de mi tío. El frontón, quitando la televisión, ha vivido siempre de la apuesta. Tú tienes que salir a la cancha como si el público que juega dinero por ti estuviera jugando con tu propio dinero. El pelotari es una entidad de crédito: el público que va al frontón apuesta por ti, pero no sabe si te duele una muela, si has comido mal o si no has dormido bien. Confía en un nombre. Lo que no puedes hacer es defraudarle. Has de salir a por todas, y hacerlo a diario. Después, en función de cómo estés de juego, puedes hacer tanto o tirar la pelota al colchón, pero siempre hay que darlo todo.

Ser remontista ha sido para usted casi una obligación familiar.

Mi tío, Pablo, fue el Ezkurra de su tiempo. Y mi padre, Ángel, fue el Ezkurra aficionado, con 10 campeonatos de España. Cuando mi padre se retiró pasó a ser conserje del Euskal, y fuimos a vivir allí, y mi tío Pablo tenía además el bar del frontón. Antes de los partidos, con 12 años, mis primos y yo jugábamos con unas cestas pequeñas. Así, al final aprendes. Con la familia que tengo, digamos que no podía ser domador de leones.

Ha conocido todas las épocas del Euskal.

Sus mejores tiempos fueron cuando yo era un aprendiz. Recuerdo el año 1979, cuando el Euskal era una pasada, cualquier sábado acudían 2.500 personas. En las finales ya era apabullante, con gente por las escaleras, por el tercer piso, sentadas encima de cajas de Coca-Cola. Se trataba de una instalación nueva y el remonte se puso de moda, tenía una especie de aureola. El frontón se consideraba como un lugar de estilo, como ahora ir al teatro. No es fácil saber qué ha pasado. Cuando se retransmitían partidos los martes, creo que la gente los seguía con interés. No sé por qué se dejó de televisar.

Aritz SORZABAL

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