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ATAQUE A LA IZQUIERDA ABERTZALE

Más que una razia electoral

No son pocos los que tras la detención masiva de dirigentes de la izquierda abertzale ven un empeño electoral del PSOE, admitiendo así que en el Estado español el Gobierno juega con los derechos humanos de las personas a cambio de unas papeletas. Pero también cabe pensar que esta razia no es sólo improvisación y electoralismo, sino que tiene un objetivo más profundo y a más largo plazo. ¿Pretende José Luis Rodríguez Zapatero abrir un nuevo proceso negociador, esta vez con un lehendakari fortalecido mientras la izquierda abertzale esté diezmada por los golpes represivos?

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Iñaki IRIONDO

En alguna otra ocasión han quedado expresadas las dudas sobre si José Luis Rodríguez Zapatero es un ingenuo que va improvisando a salto de mata o un maquiavélico calculador. ¿Cómo entender la audacia desarrollada durante los contactos secretos con ETA (en plena actividad) hasta el anuncio del alto el fuego y la parálisis posterior cuando todo le debía ser más fácil? Lo mismo ocurre con esta razia contra la izquierda abertzale. ¿Cuál es su verdadero objetivo? De hecho, ¿tendrá un objetivo más allá de la mera venganza un tanto infantil por cómo acabó el proceso negociador? Resulta difícil saberlo. Nos falta ese elemento clave de conocer si Zapatero es Bambi o es más malo que el demonio.

Puede que en realidad no sea ni lo uno ni lo otro, sino un conjunto de circunstancias, opciones y coincidencias, de errores y aciertos. Pero, puestos a escoger, y como son tantos ya los que lo han ridiculizado con la figura de tierno cervatillo, pongámonos en la hipótesis de que es un estratega frío y perverso o de que, al menos, los hechos discurren a favor de que pueda parecerlo.

Veamos cómo hemos llegado al punto actual: la fórmula negociadora. El presidente del Gobierno español no negocia sólo con lo que tiene, sino también con lo que no tiene. Y, metido en gastos, poco le importa prometer lo que no piensa cumplir. A los catalanes les prometió que se aprobaría el proyecto de reforma estatutaria que saliera del Parlament de Catalunya y no cumplió. Pero la jugada le salió bien. Se aprobó un Estatut admisible en Madrid, formalmente lo refrendó la ciudadanía catalana y el PSC sigue gobernan- do con los principales opositores a aquel texto. Para lograr la aprobación de los presupuestos, al PNV le prometió el año pasado la Ley Quinquenal de Cupo, que debía haberse tramitado antes de diciembre y que todavía no ha acabado su camino parlamentario. No tenga nadie ninguna duda de que la aprobación final de la ley será utilizada como un nuevo elemento para tratar de obtener otra vez el apoyo del PNV a las cuentas del Estado. Dos presupuestos a cambio de un mismo Cupo.

Así que no es difícil pensar que la estrategia en al negociación con ETA fuera similar. Prometer en los contactos secretos aquello que no pensaba cumplir una vez de haber obtenido el alto el fuego. Zapatero jugaba con la posibilidad de que, como ERC y el PNV, la izquierda abertzale aceptara las sucesivas rebajas de lo acordado o que se aviniera a renegociar lo ya negociado, con lo cual quedaría como un campeón, listo a ser nominado para el Premio Nobel de la Paz. Cabía también la posibilidad de que la izquierda abertzale no entrara al juego y para esa hipótesis contaba con la experiencia de que las rupturas de las treguas y los procesos negociadores suelen pasar factura al independentismo vasco. Así que decidió no hacer ninguna inversión para salvar el proceso.

La ruptura, como era previsible, dejó «tocada» a la izquierda abertzale, que no encontraba manera de volver a re- situarse en el escenario político. Pero, por unos u otros motivos, tampoco el resto de participantes salió muy airoso. A nadie se le escapa que si el proceso negociador siguiera en estos momentos, en el PNV no se hubiera agudizado la crisis interna hasta el punto de que Josu Jon Imaz tuviera que marcharse. El propio Gobierno español no acababa de obtener réditos de su firmeza frente a ETA. En el seno de la sociedad vasca, entre el electorado de adscripción abertzale en su más amplia acepción está instalada la convicción que el Ejecutivo español no había dado ningún paso efectivo hacia la paz. Y ante la opinión pública española Zapatero no puede competir en dureza con Mariano Rajoy.

O sea que en estos últimos meses la cosa no iba ni para adelante, ni para atrás. El Gobierno siempre tenía en su manga el as de ir apretando la tuerca represiva contra la izquierda abertzale y así se iba anunciando. De hecho, ya se toma como normal que los dirigentes independentistas sean moneda de cambio en este tipo de situaciones. A ello han ayudado conscientemente desde el PNV, al presentar a los dirigentes de Batasuna como meros subordinados de ETA. Antes de llamarlos a todos «fascistas» el pasado domingo, Josu Jon Imaz ya los había declarado prescindibles. Es decir, encarcelables.

Y en ese contexto, la «hoja de ruta» anunciada por Juan José Ibarretxe es entendida en La Moncloa como una nueva vía de agua que lleva al PSOE a perder las elecciones frente a las embestidas del PP, que le culpa de todos los males de España.

El Gobierno de Zapatero decide acelerar los acontecimientos y cuenta para ello con un juez de cabecera que siempre firma las recetas que le pone delante la policía gubernativa. Cuando un gobierno necesita un aliado en la Audiencia Nacional, ahí está Baltasar Garzón. Mientras hay jueces de piñón fijo a los que sólo guían sus odios personales -alguien podría estar pensando como ejemplo de ello en Fernando Grande-Marlaska-, otros son más dúctiles y saben conjugar sus intereses personales con los de quien manda en cada momento. Y lo mismo hace suyas las tesis de Jaime Mayor Oreja, que contradice sus propios autos anteriores silbando al techo si así se lo pide Alfredo Pérez Rubalcaba.

¿Por qué este golpe ahora? Porque hay indicios de que la izquierda abertzale podía empezar a despertar de su noqueo y a recuperar iniciativa. Al menos tiene planes para ello. Todo eso del relevo de la Mesa Nacional no son más que patrañas. No hay más relevo que el que ahora se hará obligatorio. Pero sí hay propuestas para volver a tomar la iniciativa para la búsqueda de un marco democrático para Euskal Herria.

Y así, la Policía Nacional española, que ha seguido de cerca muchas reuniones de la Mesa Nacional -hace unas semanas rodearon Agurain durante una de ellas, cacheando luego en los controles a muchos de los mahaikides- pasó esta vez a la acción.

La operación, de fácil venta mediática ante la opinión pública española, tiene mucho de jugada electoral, en un momento en el que el PP vuelve a achuchar al PSOE. Pero va más allá. Pretende demostrarle a la izquierda abertzale que Madrid vuela todos los puentes, que no pierda el tiempo en reunirse con expertos internacionales -como hizo el lunes- porque no hay nada que rescatar del último proceso negociador, que sólo le queda sufrir hasta asumir mansamente el marco constitucional y autonómico. Cabe decir que otros, como Aznar, ya ensayaron esta vía y fracasaron.

Pero aquí se añade el elemento de coincidencia o de perversidad aludido en los primeros párrafos del texto. Este intento de hacer desistir a golpes a la izquierda abertzale de sus principios se va a producir mientras Juan José Ibarretxe enarbola la bandera de la autodeterminación, con un discurso atractivo para las bases de Batasuna. Es decir, no sólo hay palos, sino que también habrá zanahoria. No digo que Madrid y Lakua se hayan puesto de acuerdo, sólo que las cosas van así. ¿Pretende Zapatero abrir un nuevo proceso negociador, esta vez con un lehendakari fortalecido, mientras la izquierda abertzale esté diezmada? Hoy el Gobierno español insiste en que va a darle un portazo a Ibarretxe, pero todo puede cambiar si después de las elecciones de marzo el PSOE sigue en La Moncloa.

La izquierda abertzale ya ha previsto esta hipótesis malévola. Siempre piensa mal. Otra cosa será que ahora acierte en la respuesta.

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