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Agrocombustibles, ¿solución o causa del cambio climático?

El vertiginoso ritmo de consumo del primer mundo nos lleva a una situación de total insostenibilidad de nuestra propia especie en nuestro propio medio

Los agrocombustibles son una forma de combustibles renovables obtenidos a partir de distintas formas de cultivos de plantas como la palma aceitera, el maíz, la caña de azúcar, la remolacha, el girasol o la colza. Sus cultivos están destinados a la producción en masa de aceites que sirvan como sustitutos de los llamados combustibles fósiles.

Los agrocombustibles son promocionados por gobiernos e instituciones internacionales como alternativa ecológica a los combustibles fósiles porque reducen la emisión de gases invernadero y por su capacidad para promover el desarrollo de las comunidades rurales de países del sur -donde están las zonas productoras-. Los agrocombustibles también están promovidos por convenios entre compañías agríco- las, petroleras, productores de coches e institutos de biotecnología. Billones de dólares son invertidos en una imparable industria en la que países pobres convierten sus tierras en monocultivos y sistemas de transporte que acerquen esos agrocombustibles al primer mundo.

En Indonesia, al igual que en otros países como Colombia y Ecuador, el agrocombustible de palma aceitera está provocando un intenso impacto social, medio ambiental y macroeconómico. La isla de Borneo es considerada uno de los enclaves de mayor biodiversidad del planeta. Sin embargo, los dos países que la regentan, Malasia e Indonesia, son los líderes en producción de aceite de palma con un 83% de la producción mundial. Según el Ministerio de Agricultura de Indonesia, en 2006 la producción de aceite de palma fue de 110 millones de toneladas de litros. Este año serán más de 260 millones.

Los monocultivos de palma también conllevan una serie de consecuencias sociales negativas para las comunidades locales donde se establecen plantaciones, como son conflictos sociales internos por los derechos de las tierras, empuje de comunidades locales fuera de sus propios territorios y violación de los derechos humanos. Además este tipo de agricultura provoca directamente un gran impacto en la biodiversidad, siendo responsable de una imparable deforestación de bosques tropicales y selvas primarias, contribuyendo así también a una intensa desertización. Esos cultivos acarrean también la contaminación de ríos y otros recursos por la abusiva utilización de pesticidas y fertilizantes.

Se ha demostrado ya que la deforestación originada por la expansión de estos cultivos es una importante fuente de emisiones de CO2. Además, la destrucción de turberas para el cultivo de palma de aceite para biodiesel en el Sudeste Asiático se calcula que puede provocar un volumen de emisiones de CO2 entre dos y ocho veces superiores a las del gasóleo mineral que sustituye. Primero, cuando se contabiliza la deforestación (por tala y quema), las emisiones totales por unidad de biodiesel de palma rondan el doble del equivalente de gasolina. La selva en Indonesia posee alrededor de un 60% de toda la turba mundial. La quema de turberas es larga y rica en emisiones de carbono y metano. Y segundo, por el uso intensivo de fertilizantes nitrogenados que comporta emisiones de óxido nitroso, con un efecto invernadero 300 veces peor que el del CO2. Numerosos estudios demuestran que el balance energético de estos cultivos dependientes del petróleo es negativo. Lejos de reducir el cambio climático serán responsables de la emisión de mas de 50 billones de toneladas de carbono, lo cual es equivalente a más de seis años de consumo global de combustibles fósiles, produciendo un incremento de la temperatura global en más de dos grados centígrados.

El aceite de palma es también uno de los componentes de muchos productos alimenticios y de higiene. De los 32 millones de aceites vegetales consumidos a nivel mundial en el 2006 menos del 50% fueron destinados a los biocombustibles. Sin embargo, estos porcentajes se están invirtiendo debido a una creciente imposición de porcentajes mínimos de uso de biocombustibles en los países de la comunidad europea.

Las plantaciones de palma en Indonesia ocupaban en el año 2006 más de 6,5 millones de hectáreas, con un crecimiento en la última década de unos dos millones de hectáreas por año (unos 300 campos de fútbol al día). En 2025 el Gobierno indonesio planea tener más de 26 millones de hectáreas de cultivo de palma.

Las selvas de Indonesia son consideradas uno de los pulmones del planeta. En cuanto al impacto en la biodiversidad, Borneo posee una enorme riqueza en especies de flora y fauna. Una de las especies que alberga este hábitat único es el orangután. A finales de los 90 eran casi 50.000 ejemplares. Los incendios que arrasaron Borneo en los años 97-98 provocados por las compañías palmicultoras exterminaron hasta un tercio de la población de orangutanes. Según expertos, el ritmo de desaparición de esta especie es de unos 5.000 orangutanes al año debido al impacto de estos monocultivos y a la potenciada caza furtiva. El hábitat del orangután ha desaparecido ya en más de un 90% y así, en poco tiempo, las poblaciones de orangután estarán tan fragmentadas que su supervivencia será inviable.

El vertiginoso ritmo de consumo del primer mundo nos lleva a una situación de total insostenibilidad de nuestra propia especie en nuestro propio medio. Es urgentemente necesaria la búsqueda de soluciones para la reducción del consumo así como la búsqueda de alternativas energéticas más ecológicas y renovables. Sin embargo, esto no nos puede cegar a la hora de implementar criterios estrictos sobre el verdadero origen de los llamados biocombustibles, pues sería demasiado irónico acabar con los pocos enclaves naturales del planeta y perjudicar sociedades de los países pobres solo por satisfacer las necesidades de consumo superfluo que nos hemos generado en los países desarrollados.

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