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Manuel F. Trillo Profesor

Garzón: entre chacolí y gin-tonic

El profesor de Derecho en Andalucía Manuel F. Trillo destaca la devaluación de la seguridad jurídica que supone la operación contra la izquierda abertzale. La Audiencia Nacional y sus jueces, la denominada «izquierda española» y la hipocresía de los políticos que se reunieron con los ahora arrestados son algunas de las dianas de este artículo.

El apresamiento de ciudadanos vascos cuyos derechos civiles no han sido recortados por sentencia alguna, bajo la presunción -sospecha, imaginación- de que cometían delito porque se reunían en Segura, es un atentado al Derecho y es convertir la «seguridad jurídica» en una prostituta de poca monta.

Tan escasamente se considera ese pilar del Derecho que nadie en esta España puede presumir de estar a salvo de la arbitrariedad y de la venalidad del «poder». Garzón ya sabemos que es ese tipo titular de un juzgado de excepción, para más señas sucesor del TOP franquista, que ya tiene tablas en el encarcelamiento de la Mesa Nacional de HB hace diez años, y cuya sentencia por el TS fue un bodrio de tal magnitud que el propio TC sintió hasta vergüenza.

De los «trabajitos» de Garzón en el conflicto vasco tenemos abundante bibliografía y muchas referencias. Este Garzón es el guerrero del antifaz para apresar vascos, pero se le escapan narcos, y no digamos otros delincuentes de mayor enjundia. Pero «lo vasco» siempre acelera la carrera de los lacayos, mírese entre otros la estrella fulgurante de su compañero el Javito Gómez, el inventor de la «doctrina Parot».

Y pasando de la guasa a la seriedad, nada está a salvo en la España monárquica en que una apariencia de democracia sirve de coartada para necios o dogmáticos. No se puede decir que el conflicto vasco acaba agotando la paciencia de la «izquierda española». Ni izquierda, ni española, pues si fuera ambas cosas estaría contra las detenciones de un grupo de personas cuyo mayor crimen es reunirse para hablar, para defender su derecho a la independencia y autodeterminación, o para tomar un vaso de chacolí. El hecho de que los reunidos fueran dirigentes de la extinta Batasuna ya les incapacita hasta para comer juntos bacalao al pilpil. Eso es -dicho quedó hace tiempo- la aplicación del Derecho Penal del Enemigo. Pero decirlo no es suficiente para los Garzones -de quienes suponía que habían modificado la doctrina de «todo es ETA», me equivoqué- y para la caterva ultraderechista refugiada en el Gobierno de España y en el TOP-Audiencia Nacional. Ver a los republicanos pasar por esas salas, acusados de injurias a un individuo que usurpa la Jefatura del Estado por mandato de Franco. Ver a los negociadores con Patxi López y R. Ares y el PSOE entrar en la cárcel. Ver a los mismos que negociaron con el lehendakari ser presos como si fueran delincuentes. Ver que el PSOE apresa a ciudadanos con los que ha hablado hasta la saciedad durante cinco años. Ver la manipulación del Derecho es algo que repugna a todo ser racional. Yo apoyé a Ares y López por las acusaciones de la carcundia, ahora tengo que decirles que son felones, cobardes y falsarios. Carentes del más mínimo sentido de lealtad a la palabra dada, son como esos curas pederastas, predican una cosa y hacen otra.

La paradoja es la siguiente: si en Segura se reunía Batasuna y por ello son encarcelados, hace meses se reunía Batasuna con Ares y Patxi, y por tanto si ahora los apresan los mismos que se reunieron con ellos, eso tiene un calificativo entre los hombres, incluso entre los perros existe más lealtad.

Para Garzón, el veleidoso, el vendido, el lacayo, el eterno aspirante a ministro, a premio Nobel, a gran capitán del TPI, o a campeón de parchís en su pueblo -dadle algo, que se deprime-, sus vaivenes en la doctrina y la aplicación del Derecho indican que no es jurista, sino que es un mercenario del poder político y un enfermo de narcisismo.

Los presos no deben sentir vergüenza ni pesar por estar presos, pero cuando al final de la vida alguien haga su balance, verá que su paso por aquí -nadie vive eternamente- ha merecido la pena, y los suyos sentirán el orgullo de no ser descendientes de cobardes. No podrán decir lo mismo los descendientes de los Belloch y de los Garzones.

Un día nos veremos sin saber que somos nosotros los que, como Antígona, desafiaron los mandatos del tirano. Y a esa supuesta «izquierda española» le deseo larga, muy larga agonía, pues es imprescindible para que perdure el franquismo.

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