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Un sucio blues

«Black Snake Moan»

Así como John Sayles saca brillo histórico al blues en «Honeydripper», Craig Brewer se desliza en «Black Snake Moan» por el lado más sinuoso de esta música negra, inspirándose en el tema homónimo compuesto por el pionero Blind Lemon Jefferson. Unas imágenes de archivo en blanco y negro presentan al mítico bluesman Son House, a la vez que sus palabras inciden en la naturaleza tortuosa de las letras de esas canciones.

Actúa como maestro de ceremonias de una historia empapada de alcohol, sexo, violencia y todo lo que de pecaminoso hay en los blues más arrastrados y sucios.

Un típico relato sureño que saca a relucir una tradición machista todavía no superada, y por más que el tema de las cadenas sea expuesto como una metáfora de doble filo sobre la esclavitud y la liberación, lo cierto es que es la mujer la que sufre la opresión y la que es sometida a una cura para su adicción sexual. Papel al que Christina Ricci se entrega físicamente, en contraposición a la espiritualidad atormentada de un Samuel L. Jackson que oficia de reverendo tentado por las cuerdas de su guitarra-amante y un pasado de garitos nocturnos.

Samuel L. Jackson ha contado con buenos asesores para cantar y tocar la guitarra de forma desgarradora, no desentonando con respecto los grandes artistas de Memphis que grabaron en los estudios Ardent la más que recomendable sonora. El guitarrista Kenny Brown o el armonicista Charlie Musselwhite ponen sus respetivos instrumentos al servicio de la narración, transmitiendo un feeling determinado a cada secuencia, gracias al sentido del ritmo que posee el cine de Craig Brewer. No hace lo que se entiende por películas musicales, sino que integra la música en la acción dramática, sustituyendo los diálogos por recitados o fraseados, algo que ya estaba muy presente en su anterior colaboración con John Singleton en «Hustle & Flow», aplicado a la cultura urbana del hip-hop.

 
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