ANÁLISIS
Una escritora incómoda
Doris Lessing no muestra ningún tipo de ñoñería y, si bien trata a sus personajes con ternura y comprensión, los retrata en situaciones duras, ambiguas y, en muchas ocasiones, en verdaderos callejones sin salida
Iñaki URDANIBIA Crítico literario
«El cuaderno dorado» fue la obra que dio celebridad a la escritora británica nacida en Irán. No era su primera novela, pero el carácter innovador y experimental de la misma la lanzó a la fama. Los conflictos culturales, las injusticias de la desigualdad racial, la situación de la mujer, la contradicción entre la consciencia individual y el bien común... son temas fundamentales en la obra de esta intelectual hecha a sí misma.
Doris Lessing ha sido una de las eternas candidatas al más preciado galardón del mundo de las letras, el Nobel. Desde luego, hacía años que méritos no le faltaban: su escritura deja ver ya su virtuosismo, su logrado estilo y su intencionalidad crítica nunca abandonada desde que se inició en la literatura a comienzo de los años cincuenta. De esa época son «Carta a la hierba» o su ciclo de cuatro novelas «Hijos de la violencia», obras situadas en el África de su infancia, y en las que se pueden sentir los latidos de los problemas que acuciaban a aquel castigado continente, así como los desasosiegos varios de hombres y mujeres -especialmente, estas últimas- para poder vivir en aquel mundo hostil, sobre todo para ellas.
La británica nacida en Irán (entonces, Persia) en 1919, vive, sin embargo, los treinta primeros años de su vida (más exactamente, desde los cinco añitos) en el continente africano, en Rodesia del Sur (hoy Zimbabue), de donde hubo de huir por sus posturas netamente antirracistas, que no eran bien vistas, y menos aún su militancia en el Partido Comunista (en aquel país fue calificada como «emigrante prohibida»). Ambas cuestiones hacían que la futura escritora no fuera bien vista por nadie, ni por negros ni por blancos, de ahí su marcha a Londres, en donde ha vivido desde entonces. Lessing (en realidad, su apellido era Tayler, siendo Lessing el de su segundo marido) nunca cursó unos estudios reglados y sólo ha pisado una universidad para impartir conferencias o recibir distintos nombramientos honoríficos, siendo ya una escritora consumada.
Si, como señalaba líneas más arriba, comienza a publicar en los años cincuenta, la obra innovadora, y experimental, que le va a lanzar a la celebridad va a ser «El cuaderno dorado» (1962), en la que se lanza a una crítica al comunismo, militancia que había abandonado hacía algún tiempo. Además, es una crítica afilada de las costumbres y los tópicos británicos, y deja constancia del conflicto generacional. Asimismo, en dicho libro pone las bases de un nuevo feminismo que va a marcar a muchas lectoras (y lectores) de la época. Si hasta entonces se había movido en el terreno de la ficción pura y dura, en esta ocasión aparece sin disimulo la sombra de sus vivencias personales. Destacables en esta línea, mas enmascarándose bajo el seudónimo de «Jane Somers», publica un par de novelas -«Diario de una buena vecina» y «Si la vejez pudiera»-, en las que se detiene en la vejez y en las insuficiencias e incapacidades que con tal tiempo de la existencia asoman. Entre la ternura y la agresividad, entre la duda y la pasividad, avanzan los personajes; y la autora, con habilidad, nos atrapa como en una tela de araña que nos enfrenta con aspectos esenciales de la comedia humana en la que todos estamos embarcados.
Doris Lessing no muestra ningún tipo de ñoñería y si bien trata a sus personajes con ternura y comprensión, los retrata en situaciones duras, ambiguas y, en muchas ocasiones, en verdaderos callejones sin salida. En la prosa de la autora parece deslizarse por momentos una especie de fuerza que aprehende a los personajes con el brío imparable de un poderoso torbellino del que no parece brotar ningún atisbo de esperanza, llegando hasta un mundo imaginario y mítico, como lo deja ver en la última entrega («Los matrimonios entre las zonas tres, cuatro y cinco») de otro de sus ciclos literarios, «Canopus en Argos. Archivos».
Si señalo que en la obra de la autora se da un retrato ácido de las relaciones humanas, de los afectos, de las rupturas sentimentales, de las amistades estrechas..., del mismo modo que se da una profunda inmersión en la tarea de socavar las consolidadas ideas recibidas y reproductoras de la sociedad, en sus primeras obras destaca -como queda dicho- una presencia fuerte de denuncias y críticas políticas y sociales, aspecto al que volvió en «La buena terrorista» (1985; publicada en castellano dos años después), a mi modo de ver de una manera francamente demoledora, si bien la demolición la llevaba a cabo de una forma tan atarambanada, maniquea y amalgamadora que, al menos a mí, me dejó un mal sabor de boca. Ocupas que sueñan con colaborar con el IRA, radicales de izquierda que gorronean a sus padres y que se gastan en vicios varios los subsidios de desempleo, agentes secretos soviéticos siguiendo estas movidas para ver si apoyan o dejan de apoyar ciertas actividades... La escritora, en tal novela, ponía en pie un totum revolutum que olía a paranoia total.
He de reconocer que la lectura de «La buena terrorista» me desencantó, me inquietó, me incomodó e hizo que me quedara como paralizado con respecto a dicha autora; son las cosas de los crujidos entre el contenido, la forma y el mundo, etc. Sea como sea, unos años más tarde, en 2001, cayó en mis manos otra obra suya, «Risa africana», en la que se recogían las cuatro vueltas que la autora realizó a su tierra de la niñez (1982, 1988, 1989, 1992) y en la que mostraba, además de unos recuerdos sintientes de los años allá pasados, los impresionantes paisajes descritos con una maestría destacable, intercalando hondas reflexiones acerca de los desmanes del colonialismo por aquellas esquilmadas latitudes, y ciertas críticas a las inmensas promesas nunca cumplidas de los políticos... Allá latía recuperado, otra vez, el pulso de una gran escritora, de una señora que no se casa con nadie, de una intelectual hecha a sí misma... de esa dama de las letras que ha recibido el Nobel.