Raimundo Fitero
Caos
Encontrar quisiera entre la bruma la salida al laberinto, pero solamente encuentro el servicio y siempre está ocupado. Ando con el GPS mental estropeado y me oriento con una brújula sobrecargada. En el caos solamente encuentro pegatinas. ¿Dónde estoy? Según mi mando a distancia debería ser un día de otoño apacible, pero ninguna de las pantallas que abro me deja acomodar la respiración. Los tambores lejanos; las botas cercanas; las palabras altisonantes; los altavoces puestos rozando la curva de la saturación; las banderas llevan toros, gallinas, cabras. O viceversa. Son los animales los que portan las banderas. El Gran Wyoming estuvo en su «El Intermedio» a la altura de las circunstancias. Una cabra arropada con la bicolor. Constitucional, naturalmente. El animal caprino era la musa e inspiración de la entrega entera. Un resumen extraordinario de una sensación de acogote. Una metáfora legionaria real. Una entrega para retratarse. Quizás fue el programa que mejor trató el asunto, el que se posicionó sin ambages. Con humor, ironía y dejando claramente, por si había dudas, su carné de identidad ideológica. Hasta en «Vaya semanita» me dejaron un rictus de risa abortada. Apuntan bien, pero yerran en el minuto final. No definen. ¿O sí?
Sigo sin encontrar el rumbo, y si miro los cuadernos de bitácora electrónicos, eso que llaman blog, encuentro tanto exhibicionismo impúdico, tantas ganas de trascendencia, que me parece una insensatez mantenerse equidistante entre el cielo y la tierra. Algunos son divinos y deberían vivir en la nubes. O incluso más arriba. Con buena conexión, claro, para que sigan intoxicando a la humanidad, salvando a los pobres, aleccionando a los indecisos y manseando en la hora final. Si me detengo en el kiosko, las portadas me dejan anonadado. La inteligencia se ha ido de puente. Tras ella van el oportunismo, la irracionalidad meditada, la soberbia por inducción, y las ganas de hacer historia negándola. El caos. O mejor dicho, la empanada, que es un sucedáneo menos filosófico. Porque del caos surgió la luz, y de lo que ahora nos alumbra, deslumbra y abruma, solamente sale un escozor inguinal. Como mucho.