Nobel de la paz 2007
Premio al «alarmismo» climático de Al Gore y olvido a su pasado bélico
Quien fuera vicepresidente de EEUU durante la era Clinton, Al Gore, y el comité del clima de Naciones Unidas fueron reconocidos ayer con el Premio Nobel de la Paz 2007 de manera conjunta por su impulso a la advertencia sobre los riesgos del cambio climático. La Academia noruega premia así lo que estaba cantado, la lucha contra el calentamiento planetario. Sin embargo, no son pocas las dudas que se ciernen sobre Al Gore, un Nobel «incómodo».
Joseba VIVANCO | GASTEIZ
Un Nobel de la Paz condensado en 90 minutos, los mismos que dura la oscarizada ``Una verdad incómoda''. Escribía el rotativo alemán ``Suddeutsche Zeitung'' que el galardón que ayer se entregó bien pudiera haber recaído de nuevo en la laureada con el de Literatura, la simpática británica Doris Lessing, porque si el elegido era -como nadie dudaba- Al Gore, sería por su contribución a divulgar su particular visión del cambio climático, pero no seguramente por sus muy discutidas intervenciones bélicas como ex presidente de EEUU en lugares como la antigua Yugoslavia, Haití o Somalia.
«Por sus esfuerzos de recogida y difusión de informaciones sobre los cambios climáticos provocados por el hombre y por haber puesto las bases para tomar medidas necesarias a la lucha contra estos cambios», fueron los argumentos esgrimidos ayer en Oslo por el presidente del comité Nobel noruego, Ole Danbolt Mjoes. Al Gore y el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), dependiente de la ONU y que agrupa a unos 2.500 científicos de todo el mundo, son los nuevos homenajeados por la Paz.
La lucha contra las potenciales consecuencias del cambio climático ha sido la gran reconocida por la Academia noruega, que se suma así a la corriente internacional que abandera desde hace apenas un par de años el propio Al Gore, a quien muchos consideran ya el `apóstol' de esta contienda, lo mismo que Bill Gates hace lo propio en la batalla contra el sida.
Primero fueron sus 328 páginas de ``Una verdad incómoda'' a 26,90 euros cada libro; luego, su oscarizado documental con el mismo título e imágenes y afirmaciones a las que, precisamente un día antes de saberse ganador, un juez británico sacaba los colores hasta en nueve ocasiones por considerarlas alarmistas y subjetivas.
Una decisión cómoda, la de los académicos del Nobel, pero incómoda por la propia biografía del premiado. En 1988 intentó obtener por primera vez la candidatura presidencial demócrata, pero no tuvo éxito. Su gran oportunidad llegó de la mano del carismático Bill Clinton -otra personalidad venida a filántropo en la lucha contra el hambre y otras desgracias humanas-, con quien alcanzó la vicepresidencia entre 1993 y 2000. El `príncipe Al', como le llaman sus colegas del elitista colegio washingtoniano donde cursó estudios, lo intentó después frente a George W.Bush, pero las carencias democráticas del sistema electoral estadounidense le impidieron alcanzar la Casa Blanca.
Sus críticos aseguran que Gore fue el toque ambientalista que Clinton -con un récord negativo en esta materia en su estado de Arkansas- necesitaba para ganar las elecciones en 1993. Gore se había ganado fama como senador por Tennessee de preocuparse por la ecología. Ya en 1991, publicó ``Earth in the Balance: Ecology and Human Spirit'», en el que planteaba grandes cambios ecológicos necesarios para afrontar el siglo XXI. También en 1992 adquirió protagonismo en su comparecencia en la Cumbre de la Tierra de 1992. Pero llegado al Gobierno de EEUU, ¿qué hizo para combatir el ya entonces en ciernes debate sobre el cambio global? «Nada», contesta tajante Ruiz Marrero, periodista y educador ambiental puertorriqueño, habitual columnista de publicaciones alternativas.
Y es que, como recuerda este articulista, la Administración Clinton arrastra el lastre de haberse negado a firmar el Protocolo de Kyoto para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero que causarían el recalentamiento del planeta. «En su película, Gore no menciona nada de eso y encima tiene el atrevimiento de exhortarle a los políticos de su país que apoyen el Protocolo», le reprocha. Es cierto que Gore acudió a Kyoto para firmar el acuerdo, pero EEUU nunca lo ratificó.
Yugoslavia, Somalia, Haití...
Un tachón que pesa mucho en la biografía ecologista y ambientalista de Al Gore, pero que no es ni mucho menos su peor verdad incómoda. Seguramente, muchos analistas recordarán hoy que también Jimmy Carter (en 2002) o Henry Kissinger (en 1973), fueron galardonados con el Nobel de la Paz. Y es que Al Gore, como ellos, tiene tras de sí una cuestionable política militar a bordo de la Administración Clinton.
Su bélica campaña exterior arrancó con el bombardeo de Irak, que duró hasta 2001, y prosiguió con intervenciones armadas en Somalia en 1993 y la invasión de Haití ese mismo año, sin obviar actuaciones de guerra en Sudán, Liberia, y su decisiva implicación en la cruenta contienda de la antigua Yugoslavia.
Tras su fallido asalto a la Casa Blanca, Gore recondujo su papel en la esfera mundial hacia el medio ambiente y en apenas sólo dos años, su «verdad incómoda» le ha catapultado en todo el planeta hasta convertirle en el abanderado mediático de la lucha contra el cambio climático. Quien fuera director general de la Unesco, Federico Mayor Zaragoza, reconoce en él que ha logrado lo que ningún informe ni declaración internacional, ni cumbre de la tierra había podido hacer con anterioridad, «que todos vieran: gobernantes, parlamentarios, medios de comunicación, ciudadanos, estudiantes... Ojos que ven, corazón que siente».
Y todo gracias a un libro, pero sobre todo a un documental que en sólo cuatro meses recaudó 23 millones de dólares en EEUU. Una exposición en exceso alarmista y no del todo sujeta a la realidad y los datos -pone como ejemplo los daños del huracán Katrina en Nueva Orleans, cuando la culpable fue la ausencia de planes de emergencia del Gobierno Bush-, pero sumamente efectiva para llegar al público de todo el mundo y presionar de paso a sus gobernantes.
En este 2007, Al Gore ha liderado, además, la iniciativa de organizar siete macroconciertos, bajo la denominación de Live Earth y el eslogan ``Un clima en peligro'9», que se celebró el 7 de julio en Londres, Nueva York, Johannesburgo, Río de Janeiro, Shanghai, Sidney y Tokio, con la participación de un centenar de artistas internacionales. También presentó ``The Assault on Reason'' (Asalto a la razón), un nuevo libro en el que describe la falta de voluntad política para resolver la crisis climática.
El director ejecutivo de Greenpeace-España, Juan López de Uralde, mostró ayer su «satisfacción» por la concesión de este Nobel de la y confió en que sirva para reforzar la lucha contra el cambio climático y para reducir las emisiones de gases contaminantes. «Entendemos que es un premio a la lucha contra el cambio climático», dijo. También grupos como Ecologistas en Acción aplaudieron el fallo de la Academia noruega.
Pero no todo son parabienes para Al Gore y su bandera ambientalista. Hay quienes le cuestionan, precisamente, su alarmismo o quienes le achacan que su discurso sólo se basa en culpar del todo al CO2, cuando no es ni mucho menos el único culpable. De igual modo, su apoyo a la política en favor de los biocombustibles, impulsada por George W. Bush, a partir de cereales le está granjeando muchas críticas en lugares como Sudamérica. En Argentina, este año, una docena de organizaciones rurales del país le catalogaron de «nuevo colonizador y publicista del negocio global» y acusaron a su película de «desnudar verdades a medias para no incomodar a sus financistas: las petroleras, las semilleras y las automotrices».
Al Gore, ¿un Nobel `incómodo' para la Paz?
«Estoy encantado de compartir este premio con usted, y estoy deseando trabajar con usted para cambiar la forma de pensar del mundo», le respondió ayer el científico indio Rajendra Pachauri, presidente del Grupo Intergubernamental de la ONU sobre el Cambio Climático (IPCC), al felicitarse mutuamente con Al Gore a través del teléfono por compartir el Nobel de la Paz 2007. Ambos se encontrarán en Washington el próximo día 20.
El IPCC, unas siglas que se han popularizado en los medios de comunicación por sus informes sobre el cambio climático, fue creado en 1988 a propuesta de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). Su misión consiste en evaluar la información científica disponible sobre el cambio climático, estimar sus impactos ambientales y socioeconómicos y trazar estrategias para dar respuestas adecuadas a este fenómeno. Sus primeras aportaciones condujeron al Protocolo de Kyoto.
Está formado por unos 2.000 científicos de todo el mundo y pertenecientes a distintas disciplinas.
Desde 1988 el IPCC ha publicado tres informes de Evaluación, en 1990, 1995 y 2001. En unas semanas, la ciudad catalana de València acogerá el Plenario del IPCC que adoptará el cuarto Informe de Evaluación del Panel Intergubernamental. Su último informe, presentado en 2001, representa el primer consenso científico global, según el cual la acción del hombre es la responsable de la alteración del clima mundial.