«Chacun à son goût» convoca a doce creadores vascos en el Guggenheim
Por quinta vez en una década de vida, el Museo Guggenheim dedica una exposición al arte vasco. «Chacun à son goût (Cada uno a su gusto)» es el título de la muestra que se abre hoy al público y que reúne las propuestas de doce artistas contemporáneos que se han formado en Euskal Herria, algunos de los cuales despuntan en el escenario internacional. Comisariada por Rosa Martínez, permanecerá abierta hasta el 3 de febrero.
Izaskun LABEAGA | BILBO
Ibon Aranberri (Deba, 1969), Elssie Ansareo (México DF, 1979), Manu Arregui (Santander, 1970), Clemente Bernad (Iruñea, 1963), Abigail Lazkoz (Bilbo, 1972), Maider López (Donostia, 1975), Asier Mendizabal (Ordizia, 1973), Aitor Ortiz (Bilbo, 1971), Itziar Okariz (Donostia, 1965), Juan Pérez Agirregoikoa (Donostia, 1963), Sergio Prego (Donostia, 1969) e Ixone Sádaba (Bilbo, 1977) exhiben su obra en el Guggenheim por primera vez y es posible que alguna de las piezas que presentan en la tercera planta del edificio pase a formar parte de la colección de la pinacoteca, en la que están representados hoy once creadores de la tierra con una veintena de trabajos.
``Chacun à son goût'' ha venido precedida de ``Incógnitas'', un recorrido cronológico por el arte contemporáneo vasco de las últimas décadas ideado por el artista Juan Luis Moraza. Esta exposición ha servido de introducción a la comisariada por Rosa Martínez (Soria, 1955), crítica y curadora con una dilatada experiencia, sobre todo en en el ámbito internacional, donde ha aprendido a fijarse en los lenguajes periféricos, según comentó ayer durante la primera visita a la muestra, en compañía de los artistas.
Martínez explicó que empezó a trabajar alrededor de este proyecto hace un año. Para la «siempre polémica selección» de nombres, optó por «la metodología que siempre he utilizado para mis exposiciones fuera: buscar artistas que hablen de la especificidad de su lugar de origen pero con un lenguaje internacional», dijo.
Su impresión, después de haber entrado en contacto con el panorama artístico vasco, ha sido que éste es «extraordinariamente productivo». Ha hallado una generación de artistas presentes en eventos de la importancia de Documenta o la Bienal de Venecia, «autores que salen afuera y vuelven adentro; autores con vocabularios internacionales aunque ligados a su realidad inmediata».
Rosa Martínez señaló que ``Chacun à son goût'' aporta una visión de la realidad del arte contemporáneo en Euskal Herria, en la que se pone de manifiesto la pluralidad de lenguajes. Cada artista tuvo libertad absoluta a la hora de elegir el medio con el que quería expresar sus ideas. El resultado ha sido una presencia destacada de la imagen con registros diferentes. Además, el conjunto evidencia que la escultura se desplaza de los materiales pesados hacia otros más ligeros; que el dibujo sigue vivo; y que la performance y la puesta en escena son medios fundamentales.
La mayoría de las piezas han sido creadas ex profeso para la ocasión y financiadas por la pinacoteca. El museo, sus espacios y su significado han resultado un estímulo para algunos de estos creadores. Otros, como es el caso de Aranberri han reelaborado obras concebidas en otro momento. Han ocupado paredes, techos, cristaleras e incluso el espacio volátil. Itziar Okariz se ha valido del irrintzi para realizar una intervención sonora y Sergio Prego ha actuado en el muro de cristal del atrio.
La comisaria explicó ayer que el «texto» que ha construido con el material que le han aportado los artistas tiene una lectura radial. En la visita previa a la inauguración, comenzó el recorrido por la sala que comparten Elssie Ansareo y Manu Arregui. En la entrada han colocado una fotografía de ambos, mimetizados, «en un gesto de amabilidad, símbolo de lo que es hoy una exposición».
Ansareo presenta un mural con fotografías en blanco y negro, que entran en conexión con la estética del Barroco. Reflexiona sobre el poder de la fotografía, «que capta el instante pero que, al mismo tiempo, lo paraliza». Arregui trabaja con la animación en 3D. Ha enfrentado dos pantallas para ofrecer una imagen real y otra ficticia de Vanesa Jiménez, conocida como «la niña de los huesos de cristal». Analiza el concepto de hiperrealidad y la ética del reportaje televisivo.
La transformación de una sala
Con tono irónico, Maider López firma una de las intervenciones más señaladas de la exposición, ya que ha transformado una de las salas clásicas del Guggenheim, con una estructura que imita las formas del edificio diseñado por Gehry.
Traspasando este habitáculo, el espectador se topa de frente con varias series del fotoperiodista Clemente Bernad, que no dejan indiferente al espectador. Hay referencias a una huelga petrolera contra el gobierno de Chávez, la lucha de los trabajadores andaluces o algunos momentos significativos de la realidad política vasca. Con Bernad, la comisaria ha querido dar presencia al fotoperiodismo, para incidir en que es una forma más de expresión artística.
Ibon Aranberri ha colgado en el pasillo que comunica las distintas zonas de la muestra algunas banderolas que reproducen la imaginería gráfica de Chillida. Se pueden ver desde los diseños que creó para los movimientos pro-amnistía o antinuclear, hasta otros iconos corporativos e institucionales.
Próximas están las obras de Pérez Agirregoikoa, Sádaba, Okariz y Mendizabal, que ha instalado un pequeño pebetero que ha obligado a montar una salida de humo que no existía en el museo.
Aitor Ortiz ha trabajado en una serie de paneles fotográficos y la perforación real del muro de la sala 304 para explorar en los límites entre escultura y representación fotográfica.
La muerte es el argumento de Abigail Lazkoz, que rememora los rituales de enterramiento del homo sapiens. Investiga, así, con el dibujo en blanco y negro.
Los artistas han creado sus obras ex profeso para esta exposición. Las piezas han sido financiadas con cargo al presupuesto de la muestra y es posible que el Museo Guggenheim adquiera alguna de ellas para su colección.
La comisaria ha hallado una generación de artistas presentes en eventos de la importancia de Documenta o la Bienal de Venecia, «autores que salen afuera y vuelven adentro; autores con vocabularios internacionales aunque ligados a su realidad inmediata».
En la muestra hay una presencia destacada de imágenes. Además, la comisaria ha querido dar presencia al fotoperiodismo, para incidir en que es una forma más de expresión artística.
Coincidiendo con las exposiciones ``Incógnitas'' y ``Chacun à son goût'', el Guggenheim celebrará un foro sobre el arte contemporáneo vasco. Dirigido por Juan Luis Moraza y bajo el título ``Artes suspensivos'', se celebrarán cinco encuentros.
El 15 de noviembre el propio Moraza compartirá mesa con Xabier Sáenz de Gorbea y Peio Aguirre. El 20 de diciembre Javier Echeverría, Lourdes Méndez e Ibon Aranberri hablarán sobre ``Contextos, territorios''. Ya en enero, ofrecerán sus puntos de vista Javier San Martín, Txomin Badiola y Beatriz Herráez. Será el día 17. La clausura vendrá de la mano de Santi Eraso, Javier González de Durana, Alberto Lomas y Asier Pérez González el 21 de febrero.
Por otra parte, se ha organizado una programación educativa especial, además de actuaciones musicales y charlas. Todos los viernes de noviembre habrá conciertos de música electrónica a cargo de artistas sonoros vascos. Actuarán en este escenario Tzesne, Nad Spiro, Oier Etxeberria, Baseline y Xedh. De la mano de La Fundición, el museo acogerá en diciembre la actuación en el atrio de los coreógrafos vascos Blanca Arrieta, Matxalen Bilbao, Idoia Zabaleta y Asier Zabaleta.