El debate sobre el cambio climático se «calienta» en los polos
El Ártico pierde hielo, la Antártida lo gana
El hielo del Ártico podría desaparacer en la estación estival para 2020, mucho antes de lo esperado; el deshielo abre la ruta que une el Atlántico y el Pacífico; los osos polares corren riesgo de quedar diezmados... Las noticias referidas a los polos no cesan. ¿Evidencia científica o alarmismo?
Joseba VIVANCO
Tenemos los números finales para este setiembre y es un mínimo impresionante. No sólo rompió el récord; hizo añicos el récord». Era la alarmante conclusión a la que han llegado los científicos del Centro de Datos Nacional de Nieve y Hielo de EEUU, que miden el hielo del Ártico durante la temporada de deshielo que empieza hacia marzo y culmina en setiembre. El anuncio lo hacían hace sólo unos días, como epílogo a una serie de recientes noticias en las que se advierte ya de que los peores augurios para la desaparición del hielo del Polo Norte pueden cumplirse mucho antes de lo previsto. Si años atrás se aventuraba el horizonte de mediados de siglo, de seguir los efectos achacados al cambio climático, ahora algunos hablan incluso de que dentro de un par de décadas, el Ártico podría estar libre de hielo en la estación estival.
Las últimas previsiones sobre la situación del Ártico recogidas por el influyente Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) de la ONU -en el que participan más de 2.000 científicos de todo el mundo-, pronosticaban este mismo año que en la década de los cuarenta esta zona quedaría libre de hielo los veranos como consecuencia del calentamiento global. El verano de 2005 lideraba el récord de menor superficie helada en este polo desde que hay constancia documental; el de 2007 ya le ha desbancado, como corroboran ahora todas las mediciones.
Los dos polos terrestres y el hielo que en él encierran son esgrimidos como dos de los mejores termómetros para conocer la evolución de la salud del planeta. Son como el canario en la mina. El exceso de los llamados gases de efecto invernadero deja ver allí sus primeras huellas. No es de extrañar, por ello, que muchas investigaciones sobre el cambio climático tengan como mesa de análisis los casquetes polares.
Con las miradas puestas arriba y abajo del globo terráqueo, las noticias sobre estas investigaciones llaman a menudo nuestra atención. Mientras hay estudios que aseguran que las orcas migran hacia el Ártico atraídas por sus aguas recalentadas, otros auguran que en los próximos cincuenta años dos tercios de la población de osos polares podrían desaparecer. Lo hemos escuchado y leído en los últimos días. Noticias sueltas, pero que juntas suman en esa alarma desatada en torno a lo que está ocurriendo en esta zona fría del planeta.
La noticia de que el Paso del Noroeste entre Canadá y EEUU había quedado libre de hielo por primera vez -aunque hay estudios que apuntan a que también lo pudo estar hace 10.000 y 6.000 años- ha saltado a las páginas de los periódicos como una señal más del calentamiento global terrestre.
Ésta es la posible ruta marina que se puede seguir entre las islas del norte canadiense para alcanzar el océano Pacífico desde el Atlántico. Si esta situación tan anómala fuera a más en años venideros, quedaría abierta una nueva vía marítima que, sin duda, aprovecharía la navegación mercantil. Incluso, los cinco países vecinos del Ártico ya litigan -los rusos plantaron en el mes de agosto una bandera nacional de titanio a 4.261 metros de profundidad en el Polo Norte- por hacerse con la soberanía de un territorio rico en combutibles bajo sus hielos y que en teoría no pertenece a nadie.
El pasado 15 de setiembre, el Ártico habría alcanzado su mínimo histórico con 4,17 millones de kilómetros cuadrados, un 35% por debajo de la media de extensión de hielo en verano entre los años 1997 y 2000, según ha advertido estos días Carlos Duarte, profesor del CSIC y presidente de la Sociedad Americana de Oceanografía. Datos que, añadió, están dejando asombrados a los investigadores y no auguran nada bueno. «El año pasado se revisaron las previsiones de deshielo total del Ártico al año 2040 y, si extrapoláramos la tendencia que estamos viendo en el 2007, posiblemente el Ártico pudiera quedar desprovisto de hielo en 2020», dijo.
«¿Puede ser todo atribuible al cambio climático?», se preguntaba estos días Michel Jarraud, secretario general de la Organización Mundial de Meteorología. «Eso es muy difícil, pero la situación es muy, muy alarmante, lo que significa que tenemos que hacer más investigación, observarlo todo con mucho cuidado», responde. El efecto del viento, como señala un estudio de la NASA, también puede contribuir al proceso. Hay algunos expertos que defienden, por ejemplo, que la causa son ciclos naturales.
¿Si se derritiesen los polos, como se nos advierte, se inundaría el mundo? Es una pregunta que muchas personas de a pie pueden hacerse a tenor de las noticias que reciben. El Museo de las Ciencias de A Coruña elaboró en su día un informe para dar respuesta a este tipo de cuestiones que la ciudadanía se plantea. Su respuesta a ésta en concreto es que la fusión del hielo de la Antártida y Groenlandia sí provocaría un desastre, cosa que parece no está sucediendo o, al menos, no hay certeza evidente.
«En cambio -precisa ese estudio-, la del hielo que está flotando en el Polo Norte y los icebergs no afectaría al nivel del mar, como tampoco varía el nivel de un vaso de agua cuando se derrite un cubito de hielo que flota en él». Y apunta: «De todos modos, los polos no van a desaparecer en un futuro próximo». Además, si el nivel de los mares -por cierto, el nivel del mar y los océanos no es el mismo en todo el planeta- se elevara de aquí a finales de siglo, será porque el agua ocupará más volumen al calentarse, se dice.
Por contra, mientras todos los focos se concentran en el hemisferio norte, del sur apenas sí se habla. Curiosamente, a la vez que el Ártico bate récords mínimos de hielo, la banquisa de la Antártida está a punto de hacer lo propio estos mismos días, pero respecto a su extensión invernal máxima. Si la Antártida llegara a deshelarse, teniendo en cuenta que el espesor medio de su hielo es de 2,4 kilómetros y en algunos lugares alcanza los 5, el nivel del mar se elevaría unos inimaginables 60-70 metros. Pero parece que la tendencia no es ésa. Según un artículo publicado en la revista ``Nature'' hace dos años, las mediciones con satélites habían constatado un aumento del espesor de su capa de hielo entre 1992 y 2003.
Es cierto de que a menudo llegan noticias de que sus glaciares menguan. Pero hay que aclarar que una cosa es la Antártida y otra la Península Antártica. Esta última es una estrecha y poco extensa región casi fuera del casquete polar y donde, sí, los glaciares están menguando, aunque hay estudios que lo ligan no tanto al CO2 como a cambios en las circulación atmosférica que determinan el movimiento y deriva del hielo flotante.
Lo que parece evidente es que los científicos deben apurar aún más en sus investigaciones sobre los porqués de estos hechos en los que Chris Rapley, director del Servicio Británico de Exploración Antártica, llama «patios de nuestra casa».